Antonio Banderas, mi héroe

Auténticos guiones de película se han forjado en el subconsciente de muchos dormilones soñadores. Y bien porque somos unos creativos en potencia, o bien porque estamos contaminados de películas de acción al más puro estilo hollywoodiense, muchos de nosotros soñamos con historias que podrían trasladarse a la gran pantalla.

Es lo que me ha pasado a mí esta noche, que he soñado con una trama de espionaje y ciencia ficción trepidante:

El sueño comienza cuando un grupo de científicos descubre la manera de convertirnos por un tiempo en personas invisibles. Y no sólo eso, se baraja la posibilidad de poder atravesar materias mientras dura la invisibilidad. ¡Ser invisible y poder atravesar una pared! ¿Quién puede resistirse?  El invento está en proceso de pruebas pero hay un empresario sin escrúpulos dispuesto a patentarlo y ponerlo a la venta para hacerse de oro. ¿Y sabéis quién es el empresario? ¿Habéis oído hablar de Joaquín Torres, al que llaman el “arquitecto de los famosos”? No tengo nada en contra de él, pero esta noche lo he convertido en villano. Y está dispuesto a tapar algunos accidentes que ha habido con el invento de la invisibilidad con tal de poder vender el producto. Yo, como testigo privilegiado de mi propio sueño, he visto cómo algunos infelices se dejaban manos y pies atrapados en las paredes que intentaban atravesar, y cómo una señora se partía la cabeza en dos al intentar traspasar un coche y recobrar de golpe parte de su cuerpo.

Y he aquí que llega nuestro héroe, un científico honrado con la misma cara de Antonio Banderas, que no está dispuesto a callar los defectos del invento. Para ello consigue entrar en la casa del malvado, una casa, por cierto, muy del estilo del verdadero arquitecto. Una vez allí se baña en una piscina de acero líquido (suponemos que el acero es lo que nos convierte en invisibles, siempre de acuerdo a las leyes de los sueños), y pone en peligro su vida para demostrar al mundo que el invento de la invisibilidad, “ni es invento ni es ná”. ¡Qué valiente! ¡Y qué cansada me he levantado esta mañana! Tener estos sueños es agotador, porque uno no es mero espectador, sino que vive cada salto, cada golpe y cada baño en acero como si fuera propio.  Aunque no sé si es más duro pelearse a puñetazos con un jabalí gigante… Ahí lo dejo.