He pasado muchos veranos en casa de mi abuela María, en Motril. No pasábamos todo el verano, sino unos quince días, porque luego hacíamos un periplo por distintas playas de Andalucía para ver al resto de la familia, «repartida por ahí». Y esta noche he soñado con esos días en la Costa Tropical. Cuando uno es pequeño ir a casa de los abuelos provoca una emoción indescriptible, porque lo vives como un viaje a un parque temático de caprichos, horarios tardíos y cenas… ¡en restaurantes! Y da igual cómo sea la casa, para ti es gigante. En Motril mi abuela vivía en un pisito en el que nos metíamos muchísima gente, durmiendo como podíamos a veces incluso en el cuarto de estar. Lo describiría con ese aire rancio que tenía el piso de la calle Aribau en la novela Nada, de Carmen Laforet. Pero claro, no estamos hablando de posguerra, y sí de una casa llena de vida y de momentos mágicos.
Mi abuela ya no existe, y el piso tal y como yo lo recuerdo tampoco, pero las sensaciones que evoco en mis sueños están intactos. Esta noche he recorrido la casa de cabo a rabo, como un fantasma que penetra en las paredes, en las habitaciones, en los armarios, las camas, las colchas… Me impresiona recordarlo de manera tan vívida. En mi sueño mi abuela me recibe en casa y me hace rosquillas. Mientras cocina charlamos como si fuera hoy sobre recuerdos, lo que hemos vivido allí, cuando fuimos a la boda tal, al cumpleaños cual, a la playa a tomar migas… Pero también me pregunta sobre mis hijas (a las que no ha conocido), sobre cómo se encuentra mi madre y si la echa de menos. Me empapo de sabores, de olores y de ella, me empapo de ella.
21/03/20 at 17:32
[…] Ella. […]
24/07/11 at 16:30
Qué bonito relato…y qué bonitos recuerdos de esos veranos! Qué mágicos eran los veranos de la infancia en la playa de todos los adultos que ahora somos…
21/07/11 at 15:46
muchas gracias!
20/07/11 at 21:38
Me ha encantado. Yo también he vivido una relación muy especial con mi abuela y me he sentido muy identificada con tu sueño.