Cinco y veinte de la mañana, no y media ni y cuarto ni las cinco en punto. Haga lo que haga, me acueste a la hora que me acueste, me desvelo desde hace una semana a las cinco y VEINTE de la mañana. Y me pongo a pensar… Por mucho que yo quiera tener la mente fría, el hecho de haber dado muestras de adelantarte me ha desconcertado un poco. No puedes hacer un amago de nacer para luego quedarte donde estás. En realidad sí puedes, pero yo estaba tan tranquila creyendo que nacerías a final de mes (después de la Comunión de tu hermana Lola, por favor) que ahora no sé qué pensar. Se suele llamar falsa alarma, preparación, y cosas por el estilo. No me voy a parar a explicar guarradas del tipo «estoy borrando el cuello del útero» porque creo que no hay necesidad, pero el caso es que la tranquilidad ha dado paso a una tensa espera, y a los desvelos de las cinco y veinte.
Normalmente le echo la culpa de mis desvaríos a mi subconsciente, ahora también recurro a las hormonas cuando me despierto a esa hora. Y creo que son las culpables de esa contradicción continua que siento entre el «quiero que nazcas ya» o «no quiero dejar de estar embarazada». No sé qué tiene más peso, si el miedo al cambio inminente o el hastío de mis andares de pato, el calor… No sé si pesan más las ganas de verte la cara y abrazarte con cuidado o la nostalgia por algo que acaba. Y mientras tanto me desvelo con el estómago vacío (que ironía) porque durante la cena soy incapaz de probar otra cosa que no sean los polo flash de tus hermanas. Mastico hielo como una posesa, ellas alucinan, porque tengo que confesarte que para tomarse un polo flash hay que tener cierto manejo, y ellas no tienen ni idea, se cansan enseguida.
Hablando de polos, de hielo, me voy a por uno pero ya.
Sueños relacionados:
Deja una respuesta