Que me provocas pesadillas. Adiós, adiós. Te has convertido en una cadena demasiado pesada de llevar, atada a mis pies. Es que no puedo dar un paso más llevándote a cuestas. Doy pasos, pero en círculo, no avanzo.
Creía que si te abandonaba sería menos empática con el sufrimiento de los demás, pero ya no lo creo. Creía que me descontrolaría, pero ya no lo creo. Tenía miedo a que si te dejaba en el camino iba a sentirme culpable, pero ya no tengo miedo. Creía que iba a ser menos responsable sin ese tirón en los pies, pero ya no lo creo.
Me resisto a dejarte, por si darte la espalda es dar la espalda al orden que tanto me gusta, por si al sentirme ligera me voy a volver más egoísta; pero voy a dar esos pasos, tranquila, despacio… y si cojo carrerilla me haré un salvavidas de palabras, pero no de sentimiento de culpa.
Estás en mi pasado, te huelo en mi futuro, estás en mi ADN pero me voy a rebelar. La atmósfera que me rodea es más pesada de lo normal, y yo estoy acostumbrada a tejer con ese aire plomizo mis relatos y mis cuentos. Me da miedo quedarme sin ese espacio cargado, pero quizás encuentre materia nueva en la ligereza con la que ansío avanzar.
Creía que si te dejaba iba a dedicarme a mirarme el ombligo, incluso_ qué torpe eres a veces, sentimiento de culpa_ que iba a caer en un hedonismo extremo sin importarme en absoluto los problemas de los demás. Pero ya no lo creo. Creía que si te abandonaba iba a perder mi fe, esa que tiene la textura tan fina y con la que hago siempre juegos malabares para que no se me escape de entre los dedos. Ya no lo creo, aunque Dios y yo tenemos una conversación pendiente que ya no te voy a contar.
Te he confundido con un guía que me lleva por el buen camino. Pero has ralentizado mis pasos, y el camino se bloquea. Me voy a asomar a esa otra ventana, no voy a lanzarme al vacío, sólo asomarme y respirar un aire menos pesado.
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