Dos cosas recurrentes me ocurren cuando tengo una pesadilla. Siento escalofríos en la espalda y, cuando quiero pedir auxilio, me quedo sin voz. ¿Os suena?
Esta noche he tenido una pesadilla y me han ocurrido las dos cosas. Suerte que no me gustan las películas de terror, porque con lo que sueño tengo suficiente.
La pesadilla ha comenzado cuando ha llamado mi hermano Juan a la puerta y al abrir lo he notado raro. Muy nervioso, riéndose a carcajadas sin venir a cuento y contándome que tiene fiebre, tiene frío, tiene calor y que ha dejado a mis hijos solos en el parque. Cada vez está más excitado hasta que me confiesa que le han contagiado un virus mortal.
Mi subconsciente se ha acordado de la película «28 días después», maravilloso precedente de «The walkind dead» en el que casi todos los habitantes de Londres se han convertido en zombis. Ahora no hay zombis, hay locos sueltos, y mi hermano cada vez se muestra más agresivo. ¿Qué hacer? Le cierro la puerta en las narices; ¿me escapo por la puerta de atrás para recoger a los niños? ¿Me quedo en casa para estar segura del virus? ¿Me llevo a los niños en coche muy lejos? ¿Paro a repostar gasolina? ¿Estarán contagiados los de la gasolinera? ¿Compro comida y vuelvo a casa? ¿Llamo a la policía? ¿Estarán los niños contagiados ya?
Mi hermano se da cabezazos contra la puerta, y yo quiero pedir ayuda; pedir ayuda a alguien que me rescate de mi propia pesadilla. Pero no consigo articular palabra, no tengo voz. Intento gritar pero no puedo.
De todas formas he conseguido despertar a toda la casa; sí que estaba gritando, menos mal que me han despertado. Aunque no he podido evitar sentir el escalofrío en la espalda, mi hija pequeña ha aparecido por detrás.
24/04/20 at 08:53
[…] una urbanización residencial, un laboratorio. Y como aderezo la obsesión de mi subconsciente con “28 días después”. De verdad, qué […]