Archivo de la categoría: Filosofía como eterna pregunta

Libertad VI

verano

Cuanto más tiempo llevo encerrada en casa por la cuarentena, más libre me siento. Hay quienes alzan su voz para denunciar que somos todos unos autómatas sin criterio que aceptamos no salir sin preguntarnos, como marionetas.

Vale, aceptamos barco. Pero aún así me siento responsable por cumplir estas normas, hace tiempo que dejé de hacerme una serie de preguntas porque no sé cuál es la respuesta. Y dejo mis energías para otras cosas. Ojo, que cuando me tenga que rebelar, seré la primera. Pero ahora centro mis energías en liberar mi mente. Y estoy viajando mucho por ella, y a través de ella y de las palabras que forma. Con las palabras viajo, establezco relaciones imposibles, fantaseo y me voy muy lejos de aquí.

Y si os ayudo a alejaros conmigo de vez en cuando, estaré cumpliendo mi propósito como escritora. ¿Qué más puedo pedir?

Soy libre cuando muevo mis pies y ando con calcetines por mi casa. Soy libre al meter a mi hijo de cinco años en la cama a las cuatro de la mañana porque me da la gana, aunque me desvele. Soy libre al no llamar por teléfono. O llamar sólo a quién me apetece. Soy libre al seguir escribiendo sólo con tilde.

La libertad me ausenta un poco, eso sí. Estoy pero no estoy, pero eso no es nuevo en mí. A veces me tienen que repetir dos veces las cosas para que conteste. Libre de contestar a la tercera.


La nada IV

nada

Primero desaparecen tus piernas, las rodillas, los muslos. Tus caderas, el ombligo. Después desaparecen tus manos, los brazos, los hombros; desaparecen tus ojos, tu boca. Desaparece.

Primero desaparecen mis piernas, las rodillas, los muslos. Mis caderas, el ombligo. Después desaparecen mis manos, los brazos, los hombros; desaparecen mis ojos, mi boca. Desaparezco. 

Ya no tengo miedo de no sentir nada.

Sueños relacionados: 


¿Por qué soñamos?

porquesonamos

No tengo ni idea, pero tampoco me importa demasiado, ya lo sabéis. Hay muchas teorías y libros escritos al respecto, con mayor o menor argumentación científica, con mayor o menor literatura. Pero qué bien que soñamos.

¿Y por qué soñamos lo que soñamos? También hay muchas teorías. Yo tengo mi propia idea al respecto, basado en mi experiencia. A mí me gusta pensar que me desdoblo, y por las noches mi subconsciente, del que os hablo a menudo (todavía no le he puesto nombre) manda. Y nada más, y nada menos.

Mi subconsciente es más atrevido que yo, menos educado. Macabro, es una serpiente que recorre mi piel y conoce cada uno de sus pliegues. También conoce como nadie mi cerebro, todos sus pasillos y puertas. Es un subconsciente excitante y me regala todas las historias que os cuento, todos los sueños, a cambio de otorgarle libertad.

Le dejo hacer todo lo que quiera, todo lo que quiera. Viaja, se desnuda, cambia de sexo, edad, llora, tiene orgasmos, me asusta, me cuida, me trae de vuelta voces y hogares perdidos. Se mueve como una serpiente.

Me encanta soñar.

 


Un eco (Libertad V)

Hoy he soñado con ese ECO en el que llevo pensando un tiempo. Comienza un nuevo año y lo estreno con una conversación con mi hija mayor. Es adolescente y se hace muchas preguntas. Se hace preguntas desde que sabe hablar. Me pregunta de qué sirve vivir si luego seremos nada, ni recuerdo. Y de qué sirve luchar si luego seremos nada, ni un recuerdo. Le preocupa además el rumbo que toma este mundo y yo le he dicho que el rumbo ha sido siempre nefasto, pero prevalece lo bueno sobre lo malo, con lo que conseguimos restaurar el rumbo.

Ambas deberíamos confiar en lo que seremos después, pero mi fe a veces tiene la consistencia del humo y ahora se está convirtiendo en un ECO. Pero el ECO es suficiente, me sirve, comienza a ser válido en mi raciocinio y mi sentir.

Quizás somos demasiado soberbios pensando que debemos permanecer, si acaso sólo en el recuerdo. Y nos preguntamos, creyentes o no, ¿de qué sirve vivir si luego nada? Sirve, vivir con una misión aunque nos cueste saber cuál es, vivir para mantener el rumbo, para poder virar en el último momento, cuando parezca que nos damos de bruces. Y si nos chocamos, si alguna vez nos extinguimos, acabamos, si acaso que quede un ECO. Nadie nos recordará, pero habrá un ECO que si no desaparece también puede transformarse en vida de nuevo.

Esta noche he soñado con ese ECO. Esa palabra, por eso la escribo en mayúsculas, me viene a la cabeza continuamente. Salgo yo a pasear con mi ECO. Y la he soñado con forma, con boca y ojos, se mueve con lentitud y se escapa de la Tierra, vuela lejos. Si acaso dibujo el ECO, y el humo de mi fe lo dejo revoloteando alrededor, entiendo que no es incompatible con mi ECO. El ECO contiene tantas cosas, yo he podido vislumbrar dos: una caricia en la mejilla y el movimiento gracioso de mi nariz durante una siesta.

eco

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Esas almas ahí, donde los libros se venden

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Hace unas semanas pasé una larga noche llorando (insomnio, a veces) por todas esas personas olvidadas que nacen casi sin testigos, que sin testigos pasan los pocos años que viven y que mueren a veces dolorosamente sin apenas testigos. Las lágrimas eran más gruesas cuando pensaba en niños que lloraban todavía sin conciencia y nadie los podía escuchar. Yo no los escuchaba porque no había acaso nacido.

Y hace dos noches, leyendo a Javier Marías descubrí un párrafo en el que definía a la perfección el tránsito de esas almas por este mundo, me sentí un poco reconfortada quizás por la empatía:

«(…) Y qué, si no hubiera nacido, eso dije antes. Hay demasiados que nacen y es como si no hubieran alcanzado ni atravesado jamás el mundo; son tan pocos de los que queda memoria o registro y hay tantos que se difuminan y despiden pronto como si la tierra careciera de tiempo para asistir a sus afanes y a sus fracasos o logros o hubiera urgencia por deshacerse de sus alientos y de sus voluntades aún incipientes, el esfuerzo baldío y los pasos diminutos sin huella o sólo para el recuerdo hiriente de quien se molestó en enseñarlos y cometió el error o el atrevimiento y realizó el esfuerzo de gestar y de imaginar un rostro y de tener esperanza, y así son como un lujo costoso y superfluo que se expulsa de la vida en seguida como si fuera humo y ni siquiera se deja poner a prueba porque ni la historia ni el tiempo los reclaman ni los solicitan. Y qué, si no hubiera nacido nunca nadie. Tampoco habría muerto nunca nadie y no estarían los cuentos que incesantemente se cuentan llenos de horrores y azares y agravios, y de salvaciones temporales y definitivas condenas».

Fragmento de «Negra espalda del tiempo», Ed. Alfaguara.


Que se vaya el verano

Nubes de levante

Para mantenerme a salvo. Que el viento se lleve sus falsas rutinas, pero que mantenga intacta la terraza donde escribo estas palabras. Que el viento me empuje suavemente, que me adentre en el invierno y me susurre palabras nuevas. Que termine el verano amable, pero irreal, que el viento me mantenga a salvo.

Sueños relacionados:

– La playa.

– Verano.


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