Archivo de la categoría: Grandes disparates

Animals

Últimamente sueño mucho con animales. Podría pensar que es porque mi hijo pequeño, Javier, es gran amante de todo tipo de especies y vemos juntos más de una vez documentales protagonizados por ellos. O leemos libros o buscamos respuestas a sus miles de preguntas al respecto.

Pero no, porque en los sueños que tengo los animales con los que me encuentro no parecen estar conectados con el subconsciente de mi hijo, se dirigen directamente a mí sin intermediarios. ¿Que por qué digo esto? Porque noto un vínculo especial con ellos, como si salieran directamente de mí. Y sí, me reconoceréis que, en materia de subconsciente, ando ya en nivel experta. Eso sí, en lo que a escribir historias se refiere.

Me desafían por su tamaño. Un gran león marino ha aparecido de la nada esta noche frente a mí, incorporado y desafiándome de alguna manera. Yo he imitado sus movimientos y hemos comenzado una danza. De repente estaba dentro del agua, no en mi cama.

Da igual el sueño que esté teniendo, se torna animal cuando aparece alguno sigilosamente. Últimamente mis sueños giran de escenario y se cuelan en ellos tigres, lobos y osos. No tengo miedo, pero sí mucho vértigo cuando los noto a mi lado. Hace poco mi marido me despertó justo cuando mi cabeza se encontraba dentro de un gran tigre de Bengala. No sé cómo llegué a parar allí.

Ahora, cuando nado, las sombras las confundo con una gran orca que nada a mi lado. ¿O lo habré soñado?


¿Qué me pasa, doctor?


Yo presumo de dormir bien pero a la luz de los sueños que tengo últimamente no sé si descanso como debiera. Esta noche he adquirido varios roles que, no creáis, me han divertido, pero cansan una barbaridad.

Podrían parecer muchos sueños diferentes, pero la trama se ha ido sucediendo sin interrupción alguna. Lo primero que recuerdo es haber protagonizado una película. Estoy durmiendo la siesta en la playa y mi madre, toalla en mano, me avisa de que tengo que ir a un set de rodaje para ser la actriz principal de una comedia. Un comedia coral, en la que me encuentro a Carmen Maura (su personaje es la dueña de un kiosko), a Gorka Otxoa, Alberto San Juan que será mi partenaire, Jordi Évole… Évole no es actor, pero cuando le pregunto me contesta que yo tampoco.

La película un éxito, sobre todo yo, que resulto ser súper graciosa y recibo buenísimas críticas. En la fiesta de estreno, un bar dentro del mismo set, me reclaman para trabajar como periodista. Me veo rodeada de jefes que tuve en el ABC, veinte años después, con las mismas rutinas. Y nos vamos a un restaurante dentro de un club muy exclusivo. Aquí me acompañan dos amigos que me dicen que tenemos que hacer un reportaje de investigación con identidades secretas. Los tres somos ahora intrépidos científicos y nos encontramos en medio de una selva. Yo conduzco un todo terreno y casi me salgo de un puente colgante por el que tenemos que pasar. Mucho vértigo.

Al final del puente soldados armados hasta los dientes y un edificio de apartamentos más propios de cualquier extrarradio de una ciudad española. Allí, saltando de balcón en balcón, y esquivando balas, rescatamos a la hija de un capo que se nos cae de bruces para dar a parar dentro de un apartamento, donde de nuevo está mi madre que nos ayuda a escapar.

Sigo conduciendo con mis dos amigos, los dejo en sus respectivas casas para que descansen y me veo por la carretera escuchando música húngara con un traje de novia en el coche de corte imperio. Este dato es importante, ahora veréis por qué. Al aparcar me encuentro con una familia húngara (“¡qué casualidad, venía escuchando música de vuestro país, blablabla!”) y una de sus hijas, embarazadísima, se tiene que casar pero no tiene vestido de novia. El vestido de corte imperio le va perfecto para llevar suelta la barriga así que decido regalárselo. Pero me arrepiento enseguida porque en realidad no es mío y lo tengo que devolver. El padre de la novia se enfada y me amenaza con una pistola. Yo consigo meterme en el coche y secuestro a la embarazada que ya lleva puesto el vestido de novia.

Y así me he despertado, lo último que recuerdo es estar en un solar con la húngara, el traje ya destrozado, las dos llenas de sangre y yo esperando rescate. ¡Buenos días!


Azul eléctrico

Como no me deis una brocha y pintura hoy no sé que voy a hacer. Mi casa esta noche ha crecido como suele ocurrir en otros sueños. Conforme voy caminando va ganando metros y en esta ocasión una planta entera. Una planta olvidada por lo visto, con recuerdos de las niñas de pequeñas por cada cajón y repisa, y además antigua a más no poder.

Es lo que tiene ver Canal DeCasa, que sueñas con estas cosas. Y la necesidad de cambiar el estilo de la estancia desconocida, u olvidada, ha sido imperiosa. ¿Qué ocurre? Que no hay presupuesto y esas maderas antiguas y muebles demodé los tengo que cambiar con una mano de pintura.

Hay que ser moderno, el color es lo que va a cambiar por completo el espacio y, aunque parece que el verde es mi color por lo último que he publicado en redes, yo he visto un aparador que me pedía a gritos que lo pintara de azul eléctrico. Yo lo veía, pero en las tiendas de pintura no eran capaces de encontrar o realizar la mezcla. Hasta he invitado a unos fabricantes de pintura a casa para que vieran el mueble, a ver si les «hablaba» como a mí.

Cuando ya consigo el color y me voy a poner a pintar tengo muchísimas interrupciones. Vienen los niños, «mamaaaaaaaá», me llaman unos primos míos para hablar de cortinas y me visitan unos amigos de Madrid que además han hecho un obrón en su casa que ríete tú de mi humilde mueble pintado de azul eléctrico. Con brillo, no mate.

Y yo que creía que ver este canal me relajaba.


Espejos

No me obsesiona mi imagen… no al nivel de ser lo prioritario en mi vida, «nivel adolescente» (sé por qué lo digo, maternidad obliga) . No me quita el sueño aunque me gusta cuidarme y ser fiel a mi estilo.

Hasta ahí bien, pero esta noche no he parado de mirarme en varios espejos. He emprendido una caminata enorme de la mano de Antonio Banderas. Sí, en mi sueño es íntimo amigo mío, y me llevaba de la mano por Málaga para enseñarme el Soho y a un cine para ver la presentación de una película. Sigo soñando, después de tantos años, que voy a ruedas de prensa a cubrir algún estreno.

Pero en esta ocasión mi obsesión era mirarme en cada espejo con el que me cruzaba; y algún espejo me devolvía a una Cristina con el pelo largo, otras corto, otras iba vestida de gala, otras con vaqueros y camiseta. Creo que este sueño tiene que ver con que me acosté anoche pensando en qué me iba a poner hoy. He optado por la camiseta.

Buena compañía Antonio en los sueños, muy motivador, no es la primera vez.


El 11 del 11

Tengo un grupo de amigos que son un tesoro. Nos conocemos desde hace más de veinte años y hemos pasado muchos momentos de nuestras vidas juntos. Bodas, niños, enfermedades e incluso divorcios.

Muchas juergas y muchas risas. Los quiero, les tengo absoluta devoción. Una vez al año, el 11 del 11, nos vamos todos juntos de viaje (sin niños), y a finales de febrero nos reunimos con nuestros hijos (una «jartá» de niños y adolescentes).

Pero esta noche nos hemos matado… literalmente. No puedo ver series de asesinatos; nos hemos embarcado en charcos de sangre, golpes, puñaladas. Yo sobre todo he estado limpiando escenas del crimen para no calentar el ambiente, pero ni por esas. En un cuarto de baño, una que no voy a nombrar, ha estampado contra un espejo a su ex. Como una ninja con coreografía y todo, lo ha levantado por los aires y… ¡bimba!

También recuerdo guardar sin descanso sudaderas llenas de sangre, conforme lo estoy escribiendo entiendo lo de las sudaderas… ¿por qué tantas? Eso queda entre nosotros. Recuerdo muchas carreras también, agotador, y esquivar cuchilladas; no me puede dar más grima pensar en cuchillos y rajas en el cuello.

Yo si me dedicara a esto, con pistolas. Y puñetazos.

Bueno, ya me podéis dar por loca, gracias: «Porque tengo la culpaaaa, porque la culpa es mía, porque la fatiguita que tú has pasao no la merecías».


No es política, son más bien ideas

Ayer me acosté pensando en lo indignados que estamos, en las pocas ideas propias que tenemos, en lo manipulables que somos. Bueno, yo indignada no estoy, y soy consciente de que no pienso por mi misma aunque a veces lo crea.

Somos hijos de nuestro tiempo.

Todo este preámbulo para contaros por qué creo que ayer soñé con Felipe González y Eduardo Madina. Porque si no no veo otra explicación; y no es que sean referentes políticos ni nada por el estilo, pero ahí estaban en mi sueño. Más o menos.

A Eduardo Madina le quería pedir trabajo en una revista que edita, pero cada vez que me acercaba a él parecía un chico de unos 20 años. Pensaba, «lo estoy confundiendo, no es». Estaba tomando una cerveza en una terraza con Felipe González. Me alejaba, era él, me acercaba, no era.

Luego el expresidente se ha venido a mi mesa, y pese a creer que iba a tener una interesante charla (a charla no le gana nadie) he descubierto que estaba borracho como una cuba. Tiraba mi coca cola por la mesa para limpiarla y tenía la lengua rasposa. Como una cuba, vamos.

Mala suerte, ¿no?


A %d blogueros les gusta esto: