Últimamente sueño mucho con animales. Podría pensar que es porque mi hijo pequeño, Javier, es gran amante de todo tipo de especies y vemos juntos más de una vez documentales protagonizados por ellos. O leemos libros o buscamos respuestas a sus miles de preguntas al respecto.
Pero no, porque en los sueños que tengo los animales con los que me encuentro no parecen estar conectados con el subconsciente de mi hijo, se dirigen directamente a mí sin intermediarios. ¿Que por qué digo esto? Porque noto un vínculo especial con ellos, como si salieran directamente de mí. Y sí, me reconoceréis que, en materia de subconsciente, ando ya en nivel experta. Eso sí, en lo que a escribir historias se refiere.
Me desafían por su tamaño. Un gran león marino ha aparecido de la nada esta noche frente a mí, incorporado y desafiándome de alguna manera. Yo he imitado sus movimientos y hemos comenzado una danza. De repente estaba dentro del agua, no en mi cama.
Da igual el sueño que esté teniendo, se torna animal cuando aparece alguno sigilosamente. Últimamente mis sueños giran de escenario y se cuelan en ellos tigres, lobos y osos. No tengo miedo, pero sí mucho vértigo cuando los noto a mi lado. Hace poco mi marido me despertó justo cuando mi cabeza se encontraba dentro de un gran tigre de Bengala. No sé cómo llegué a parar allí.
Ahora, cuando nado, las sombras las confundo con una gran orca que nada a mi lado. ¿O lo habré soñado?