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9 años

araucaria

Hoy hace nueve años que creé este blog. Si no es por WordPress que me lo recuerda, no me acuerdo de la fecha exacta. Siempre creo que fue en agosto.

Podría escribir mucho acerca de lo que me ha aportado asomarme a Sueños «disparate» durante este tiempo. En qué momento decidí contar un día un sueño que tuve y convertirlo en relato. La clave es que me he ido perfilando como escritora. Y todo está escrito aquí, un relato para todas las circunstancias, todos los momentos y estados de ánimo. Soy una rara avis como escritora a la que le gusta releerse, porque es como seguir conociéndote a ti mismo.

Y muchas cosas han cambiado desde hace nueve años, todo está aquí. Lo que no ha cambiado es que he consultado la calculadora para comprobar cuántos años tenía, 35. Con 35 años comenzaba mi angustia por perder la juventud que atesoramos en un momento de nuestra vida como permanente. Ahora por fin la dejo escapar para abrazar una madurez que me está regalando sorpresas y perspectiva.

Y no cambia el lugar desde el que escribí mi primer relato, escribo este último y los relatos veraniegos. La casa de mis padres, a veces ajena, otras tan yo.


Nunca me gustó la palabra cuarentena II (Maldita dulzura)

Nunca me gustó la palabra «cuarentena», y menos decir «cuarentena de quince días». He pasado un buen confinamiento, entrenada entre el instalarme en el presente y el alejar los miedos. No me ha ido mal.

No me he enfadado, ni siquiera he tenido que resignarme, me ha salido de manera natural. He convivido con adolescentes (tengo mérito), he trabajado (gracias a Dios más que nunca), he escrito (mirándonos el ombligo un poco aquí los autores), he bailado (que no pare la música), he leído (siempre) y he practicado yoga (calma).

Y ahora, que parece que podemos salir un poco y retomar algo la vida social me ha entrado pánico escénico. Yo digo que tengo síndrome de Estocolmo. Parece ser que es más propio decir «síndrome de la cabaña». Además de costarme salir a la calle, me noto más tristona, apática, aturdida.

Hasta esta tarde, que mi tristeza ha pasado a enfado. Me voy a cagar aquí en quien no cumple las reglas del juego ni la distancia social… tanto pedir libertad y lo que vais a conseguir es retrasar más esa libertad para ir a ver a nuestros padres, encontrarnos con nuestros hermanos, amigos, por no decir ponernos en riesgo de nuevos contagios.

¿No os lo he contado? Ya se me ha pasado el enfado. Se acabó la tristeza, la apatía y el enfado. Unos días me ha durado, de lunes a jueves. Ni síndrome ni pánico ni nada. Tenía que ponerme a escribir.

Eso sí, la copa de vino me la voy a seguir tomando en casa, me vais a permitir.

Sueños relacionados:

Nunca me gustó la palabra cuarentena I.

Libertad VI.


A propósito del Día del Libro, ¿jugamos?

No es que me haya quedado sin historias, de hecho hoy he tenido una pesadilla que os contaré mañana. Pero, a propósito del Día del Libro, he hecho una selección de algunos artículos al respecto. Votad el que os guste más.

Martina lee a Alberti.

Mi refugio. 

Hambre de lectura.

Tercer embarazo (A propósito del día del libro).

¿Puede un libro cambiarte la vida?

Ausente. 

 

 


Kill me

mika

Nada más angustioso que alguien amenazador quiera entrar en tu casa. Una casa que no es mi casa, ni con mis circunstancias reales.

En mi casa soñada comparto vivienda con dos personas más, un hombre y una mujer. Parece que somos compañeros de trabajo. Y sabemos que un hombre quiere entrar y matarnos a los tres. Lo curioso es que el hombre tiene la cara de Mika, ¿conocéis a Mika? Es que es lo contrario a amenazador. Su cara, su música, desprende positividad.

Así que, aunque mis compis están muertos de miedo, yo no lo estoy tanto. Un poquito de vértigo sí que tengo, y nos afanamos en apuntalar la puerta con maderas y clavos, a hacer una serie de trampas… algo así como la versión psycho killer de «Sólo en casa».

Pero de todas formas consigue entrar, estamos los tres en una habitación, y yo consigo echarles fuera y quedarme con la versión psicópata de Mika sola en dicho cuarto. Y le clavo una jeringuilla con veneno en el cuello, aproximándome a él con cuidado. Como un guepardo atacaría a un cocodrilo, acercándose sigilosamente por detrás… esto último lo he visto en un documental.


¿Te acuerdas de dónde vivías antes de nacer?

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Hoy comparto con vosotros un extracto de LOLA Y EL DRAGÓN en el que llevo unos días pensando… me acuerdo de cuándo lo escribí, y visualizo de vez en cuando a Lola, con un chubasquero de lunares de colores, esperando a que la recoja su dragón.

Los dibujos pertenecen a unos bocetos que hizo mi hija mayor y que inspiraron la portada del libro.

 

Ya estaba todo arreglado, Lola podía prepararse para partir al lugar donde vivió antes de nacer. ¿Y cómo avisar a su amigo para que viniera a buscarla? Con Dragón era difícil comunicarse; nunca se sabía cuándo iba a aparecer o cómo hacerle llegar algún mensaje. 

Llegó la noche y la niña estaba muy nerviosa, le costó mucho conciliar el sueño, pensando en la aparición de aquel gigante rojo, y en la posibilidad de volar, y sobrevolar las casas de sus amigos, el colegio… Se quedó dormida mirando de nuevo el juego de luces que formaban una estrella en la pared de su cuarto, una luz tenue que ella creía se convertiría en la más brillante. Se relajó con ese pensamiento, y con el sonido de la lluvia, que le encantaba. Parecía, o al menos eso creía ella, que las gotas de lluvia caían a propósito sobre la barandilla de hierro de su ventana para componer una melodía de invierno.  

 

«Lola y el Dragón. ¿Te acuerdas de dónde vivías antes de nacer?», de venta en Amazon (versión Kindle y tabla blanda)


Imagina

Hoy os voy a contar sueños de otras personas. Ayer dos amigos míos, que no se conocen entre sí, hicieron algo juntos, soñar e imaginar. Me conmovieron, y eso que yo soy dura para estas cosas.

Ayer se pusieron a imaginar lo que harían cuando salgan de casa y termine esta pesadilla. Es algo sencillo, me apunto a ambos planes. Él se imagina, me lo cuenta su mujer, yendo a Tarifa, «comer en familia y tomar una copita en el chiringuito blanco que hay a pie de playa, y que los niños estén por allí danzando».

Ella tuvo un sueño: «Un sueño que deseo con todas mis fuerzas; que estaba en el parque rodeada de niños».

Samara y Antonio, hoy os dedico este «Imagina». Gracias por conmoverme.

 


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