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Los tiburones son los nuevos tiburones

shark

Os acordaréis que hace poco soñé con unos pingüinos muy agresivos. Tan peligrosos como un tiburón. Pero, qué queréis que os diga, cuando estás nadando y notas una presencia, una sombra, un tiburón… no hay miedo comparable.

Al principio es vértigo, luego pavor, el corazón se te acelera y no sabes si sigues buceando o te has quedado paralizada. A lo mejor sigue nadando y no es consciente de tu presencia, podemos nadar juntos; el hecho de que un tiburón sea agresivo es una leyenda urbana, tienen mala fama por la pelis que hemos visto. Quizás…

Entonces ocurre, el tiburón es consciente de mi presencia, y yo, definitivamente, estoy paralizada. Me rodea, nada a mi alrededor, hay que reconocer que es precioso y me he acostumbrado al aturdimiento que da bucear al lado de un bicho tan grande.

-¿Qué tal ha ido el buceo?

– Bien, pero me ha atacado un tiburón. Tengo varias púas incrustadas en la mano.

 

 


Arresto domiciliario

esposas

Hoy me han detenido por saltarme el confinamiento. Ha sido una detención amable, y ahora os cuento por qué.

Todo ha empezado con un intento de ir al supermercado. Me dejado el coche aparcado muy lejos de dónde tenía que ir, no sé por qué. Conforme iba avanzando hacia mi destino, andando, me he dado cuenta de la estupidez. Porque además luego he de volver cargada de bolsas. Pero estoy a medio camino, prefiero no volver a por el coche.

Pero nunca llego a mi destino, no termino de llegar, el camino es cada vez más largo. Y no llego, no llego. ¡Qué angustia! Lo que sí llego es al centro de una ciudad extraña; a lo lejos un supermercado, pero cuando por fin me acerco es una farmacia y yo no necesito nada de la farmacia.

Mientras callejeo me encuentro a varias personas conocidas; toman café en bares (a una distancia prudente, pero, ¿qué hace un bar abierto?), también asisten a una función escolar, con mascarillas, pero aún así es raro.

De repente me encuentro con un chico muy agradable que me pregunta adónde voy, y yo ya estoy tan perdida que no puedo justificar qué hago por allí. Me explica muy amablemente que, para respetar el número de personas que pueden andar por la calle, me va a llevar a una casa un rato. Y la casa resulta ser la de unas amigas mías (gemelas, para más detalle). El chico me esposa a la puerta de una habitación, que por cierto es horrenda. Que casa más fea, parece que me haya trasladado de golpe a los años setenta, y todo es color café con leche, más leche que café.

El chico es voluntario de la policía, una especie de observador comunitario. Está haciendo méritos porque estudia para ser detective. Me deja allí durante unas horas, esposada a una puerta y sentada en el suelo. Menos mal que puedo charlar con las gemelas.

Me duele la muñeca izquierda.


Los pingüinos son los nuevos tiburones

penguin

Vuelvo a soñar con un cambio de casa; esta noche me he trasladado a una casa al borde del mar. Tan al borde que una cristalera de mi dormitorio está incrustada en unas rocas de la orilla. Los de la ley de costas me crujen.

Imaginaos, amanecer así. Da incluso vértigo, aunque yo acabaré sumergiéndome en el mar. Una escena bucólica es la que he vivido con un pijama y una bata de seda ideales (esto es porque me estoy quedando sin opciones en la cuarentena, seguro), y una taza de café humeante, mirando a las rocas y el mar.

¡Pero si aparecen incluso pingüinos! ¿No es alucinante? Hasta que se han ido acercando a la cristalera-puerta-ventana y han comenzado a intentar romperla con sus picos. Empieza a resquebrajarse, los picos sangrantes y yo, hipnotizada sin poder alejarme de allí. Poco os voy a contar, pero la bata de seda se tiñe de rojo.

No subestiméis el encanto de los pingüinos.


Andenes

metro

Han habilitado un metro entre Bilbao y Madrid. Si vives en Bilbao ahora puedes ir a Madrid en diez minutos.

No es la primera vez que sueño algo así; suelo conectar ciudades que están a muuuuuchos kilómetros de distancia gracias al metro. Incluso he cruzado países en pocos minutos, porque los metros de mis sueños son ultra mega rápidos. Metros mágicos.

Mira qué bien; no sé lo que hago yo en Bilbao, pero voy a coger el metro para visitar Madrid. Claro que antes tengo que ir a un restaurante de moda a probar los nuevos entrantes. Pues nada, a probarlos. Muy buenos.

Me voy ya; claro que antes tengo que llevar unas bolsas al apartamento del dueño del restaurante. Bolsas de El Corte Inglés, llenas de bolitas de papel, pero pesan mucho, no sé por qué.

Llego al metro; con sus escaleras mecánicas, su sube y baja, sus luces y sus sombras. Y los andenes, siempre los andenes silenciosos que, cuando los sueño, suelen adquirir vida y me llaman para que me adentre en ellos. Y eso hago, y llego en dos minutos a un túnel siniestro, claro, cómo iba a ser si no; lleno de bolitas de papel.


No es que se acerque Halloween (Historias para no dormir I)

león

He dormido profundamente, pero el sueño que he tenido esta noche es para haberse despertado sobresaltada y no volver a pegar ojo.

Imaginaos un grupo de «personajes peligrosos» de mediados del siglo XX. En alguna ciudad europea… Si estuviera iniciando el guion de una película, o tuviera que preparar el atrezzo, éstas serían las primeras vagas anotaciones: maleantes peligrosos en una ciudad de Europa del Este. Vivan los clichés.

El escenario que ha creado mi subconsciente es éste. Y yo formo parte del grupo, no digo que tuviera una gabardina y una boina pero me podíais imaginar así. Uno de nuestros amigos vive en un perpetuo desconsuelo porque sabe que le van a matar. Nosotros no le hacemos mucho caso, pero nos advierte que un grupo rival va a por él. Suda, está consumido, mientras los demás bebemos alegremente.

Y de repente… el tiro en la frente, la cara rígida, blanca, la muerte. Tenía razón, querían matarlo. El jefe de nuestro grupo está rabioso, descorazonado, quiere vengarse.

Conseguimos llegar hasta ellos y, en medio de la calle, soltamos un león que destroza y devora a dos de ellos mientras mi rabioso compañero se carga a otro metiéndole una aspiradora por la cabeza y triturándole. Los gritos son espeluznantes.

Esta mañana me he quedado en la cama pensando en las dos opciones. Os pregunto, ¿preferiríais vivir angustiados sabiendo que vais a morir pero que la muerte fuera rápida, indolora, como la bala en la frente? ¿O es mejor la opción de vivir alegremente, sin esperar la muerte, pero cuando llega tenéis que pasar un rato de auténtica tortura?


La clínica

abandono

Surrealista cabría añadir. He pensado un buen rato cómo nombrar el lugar con el que soñado esta noche. Me he decidido por clínica, pero… ha sido algo más.

Porque para empezar no se accede a ella de manera normal: está en otra dimensión. Mi sueño de hoy ha comenzado con una excursión de un grupo de niños de unos diez años a un bosque. En el bosque se han puesto a jugar al escondite entre unas ruinas. Uno de los chicos se ha sentado sobre una piedra (podría ser una mesa, una lápida, algo rectangular). La piedra se ha vestido con un mantel que me ha recordado la casulla de un sacerdote y entonces sí, el chico ha accedido a otra dimensión, a la clínica.

Comentaros que el cuerpo pesa más ahora y, aunque es un niño de diez años quien ha accedido a la clínica, soy yo quien nota ese peso. Por eso creo que mi subconsciente ha decidido liberarlo de esa sensación y el niño ha cambiado de sexo y edad. Ahora pasea por la clínica una chica, adolescente, con rasgos asiáticos. Viste un camisón de hospital, verde y, salvo el peso de su cuerpo al andar, la dificultad de llegar a alguna parte, su aspecto es bueno, sano,  su cara alegre.

Hemos llegado (siento que mis brazos tiran de ella) a una sala con luces fluorescentes. Exponerse a esa luz le resta el fastidioso peso. Ya hemos terminado, podemos salir de la clínica. Siento que soy el niño de diez años y acompaño a la niña fuera. Por el camino de vuelta nos cruzamos con otros niños de diferentes edades, con batas verdes, semitransparentes. ¿Son niños que han conseguido salir, no? Mi subconsciente me transmite cierto optimismo.

De nuevo ruinas, bosque, una excursión.

Normalmente no tengo necesidad de explicar mis sueños. Generalmente porque en el fondo lo tengo más o menos claro, y si no, no me importa. Con este sueño sólo me ha rondado todo el tiempo una pregunta: ¿Era ese niño la llave?

 

 


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