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Paco León

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Esta noche he soñado con Paco León. Teniendo en cuenta que vi «Kiki, el amor se hace» recientemente podría haber sido un sueño erótico, pero no ha sido el caso. Otra vez será.

En mi sueño, eso sí, Paco León es director de cine y dirige una película más del estilo de Juan Antonio Bayona, en el que el protagonista es un monstruo gigante. Yo participo en el rodaje, a veces soy responsable de prensa y otras actriz principal. En cualquier caso Paco y yo no nos llevamos bien.

¿Sabéis esa carita de niño bueno, de ojitos casi transparentes, mirada dulce de Paco León? Olvidadla. No sabéis la de veces que me ha regañado (por no decir echado la bronca) durante el tiempo que ha durado mi sueño. No me deja respirar, vigila todos mis movimientos, me espía, me grita si me acerco demasiado al set de rodaje. Pero si soy la actriz principal, ¿o era la responsable de prensa? Ya no puedo pensar con claridad, no se puede trabajar en estas condiciones, con un director histérico que la ha tomado conmigo.

Vaaaale, seamos buenos. Todo esto tiene una explicación. El monstruo protagonista es una especie de dinosaurio gigante, una estructura de unos cinco metros muy sofisticada (y muy cara) que se maneja desde dentro. Y yo, cual experta conductora de grúas, quiero entrar dentro del dinosaurio, encender el mecanismo que lo mueve, sacarlo a pasear. ¡Yuuuhuuu! Es alucinante, ¿a que me escapo con el bicho a la Gran Vía de Madrid?


Actriz principal de Amenábar

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Imaginaos, yo, a la que ni siquiera me gusta disfrazarme, convertida en protagonista de una nueva película de Alejandro Amenábar. De la manera más surrealista, eso sí.

Dormía, y a las tres de la mañana me he escapado de mi cama, de mi casa y de mi ciudad para acudir a un plató preparado a la manera de Las mil y una noches, y rodar una escena junto a mi partenaire.

El caso es que además de actuar con la mayor de las solturas, he comenzado a notar un tonteo con el director de lo más sospechoso. Que si te rozo la mano, que si te doy un beso… Y eso que Alejandro (me permitiréis la familiaridad) está casado con un atractivo chico y yo, que empiezo a sentirme culpable, estoy casada con un atractivo chico también.

Después de varias horas de trabajo me acuerdo de consultar mi teléfono móvil que tiene veintiuna (no veinte, ni veintidós) llamadas perdidas de mi atractivo chico, ese con el que estoy casada. Como he desaparecido en plena madrugada, está preocupado. Pero lo tiene que entender, porque yo estoy trabajando como actriz principal de Amenábar.


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