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¿Vacuna o droga?

Ayer os comenté que os iba a contar una pesadilla que he tenido. Los escenarios varios; una discoteca, una urbanización residencial, un laboratorio. Y como aderezo la obsesión de mi subconsciente con «28 días después». De verdad, qué insistente.

En mi sueño han descubierto una vacuna para el coronavirus. ¡¡Bieeeeen!! Pero un científico y yo nos damos cuenta que los efectos secundarios son horribles. Estamos con un niño que empieza a notar picores insoportables en los ojos, su cara cada vez más roja y el comportamiento errático. Bueno, el comportamiento tipo zombi caníbal. Lo vamos persiguiendo por una urbanización para que no muerda a nadie. Por cierto que nadie nos hace caso, nadie se cree que la vacuna es tan peligrosa.

Nos vamos a un laboratorio para intentar robar la vacuna y allí nos damos cuenta de que hay personas a las que les hace el efecto zombi y a otros les afecta como si hubieran tomado alguna setita. Hemos visto a dos compis del laboratorio drogados y muertos de risa. Los perseguimos a una discoteca a la que se van corriendo y les intentamos hacer ver los peligros de la nueva vacuna, pero ellos pasan, están felices, bailando los «Colores» de JBalvin.

¿Y si nos arriesgamos y la probamos?


Color dorado incómodo

 

gold

Esta noche me han invitado a una fiesta muy particular. Una copa después de una conferencia, pero en la que estaban amigos de la infancia y sus padres. Nada profesional en realidad pese al «formato».

Me he escapado en cuanto he podido, enfundada en un vestido dorado un tanto fresco. Tan fresco que al rato me he dado cuenta de que tengo que volver a por una rebeca que me he dejado allí junto con mi bolso. Todo dorado. Una amiga se ofrece a llevarme de vuelta en su coche rojo. Un coche rojo tan grande como una limusina.

Dentro de la fiesta, buscando mi bolso, y la rebeca, que estoy muerta de frío, la madre de mi amiga me para para preguntarme si me gusta su traje: «Es que mi marido me ha dicho que es demasiado morado, aunque yo le he añadido una capita rosa». Que fijación con los colores en el sueño, hay imágenes borrosas, pero los colores están muy marcados.

He tardado tanto en poder salir de nuevo que mi amiga y su coche rojo me han abandonado. Así que hemos terminado yo y mi incomodísimo vestido dorado, paseando por el asfalto muy negro; nadie en la calle.

 

Imagen vía #Farfetch


Érase una vez

lola_salta

¿No empiezan así todos los cuentos?

Érase una vez una niña muy pizpireta que de tanto pizpiratear se quedó turuleta. Andaba esa niña de puntillas, porque a cada paso que daba se le escapaban por los pies estelas de colores que se enmarañaban.

Eran estelas azules y violetas, rojas y a veces negras. Le daba miedo a la niña pizpireta dejar escapar tantos colores de su cuerpecillo, cada vez más delgado por quedarse sin estelas.

Hasta que fue descubriendo que los colores, aunque rebeldes y huidizos, la acompañaban. Se acostumbró a su externa presencia y comenzó a jugar con ellos. Los convirtió en palabras; con la A del azul y la R del rojo bien atados a su cintura la niña llegó a liberar incluso estelas de colores fluorescentes, y trenzó las cuerdas de colores y compuso, desmadejando colores, cuentos y relatos. Ya no andaba de puntillas, para cogerlos al vuelo saltaba.

La niña creció y pasó de ser pizpireta a curiosa e inquieta. Desenredados los hilos de colores tejió su propia historia y, mezclando colores, tuvo a sus hijos, que van andando torpemente de puntillas porque todavía no se han acostumbrados a sus estelas.

La mujer curiosa e inquieta vive en el centro de sus hilos de colores, estelas que se desordenan con mucha facilidad, tanto que a veces la hacen tropezar.

Pero ella, con la paciencia que le ha otorgado el oficio, sigue desmadejando cuerdas, y las convierte en palabras y se las ata con empeño en la cintura, para quedar justo en medio de ellas y, cuando llegue el momento de la despedida, utilizarlas para coger impulso y entonces saltar, saltar.

 

 


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