No, no estoy embarazada, pero he soñado que lo estaba. ¡Qué locura! Igual que buscamos en su momento con ilusión tener un tercer hijo, lo del cuarto está más que descartado… Pero esta noche ha sido tan real la impresión, que me que quedado con un buen sabor de boca.
Sobre todo por revivir las sensaciones (las buenas, no «las otras») de manera tan real. Aunque con un toque disparatado y fuera de toda lógica que te otorgan los sueños. Por ejemplo, sólo me ha chivado el embarazo el predictor, no me ha dado tiempo a ir al ginecólogo para confirmarlo y sin embargo he notado cómo se movía el bebé. Ese recuerdo; cuando se pone dura la barriga sólo por un lado y durante unos segundos no te puedes ni mover.
Sin embargo no he llegado a saber el sexo, aunque he estado pensando en nombres y, he aquí otro disparate, lo he estado dilucidado con dos profesores de la Universidad a los que no veo desde hace años. No los nombro porque voy a tirar su reputación por los suelos. Tendrán quehaceres más serios que quedar con una antigua alumna a decidir el nombre de su futuro hijo imaginario. Al final nos hemos quedado en Mateo si es niño y Julieta si es niña. Ahora despierta no me convencen demasiado, la verdad.
La madrina no la he decidido, me he quedado entre varias posibilidades, pero el padrino, prepárate por si ocurre, va a ser mi amigo Curro y, esta idea, que creeréis consensuada con mi amante marido, me la ha sugerido muy acertadamente Morata. Luego se me ha olvidado lo del embarazo comentando el partido de España-Italia, hasta que mi niño imaginario me ha vuelto a dar pataditas.
Hoy me he levantado con mariposas en el estómago, me voy a tomar un café a ver si se me pasa.
*Ilustración del libro «Hola, estoy aquí» (Willy Breinholst).