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Espacios, morfina y muerte

liquido

Los espacios, las casas que no habito y que se expanden, el tiempo y la muerte. Son los temas más recurrentes en mis sueños.

A veces se presentan de manera angustiosa pero, pese a todo, la mayoría de las veces los sueño de manera tranquila, amable, como en esta ocasión. Será la costumbre.

Ha habido un espacio, una casa que me dispongo a alquilar, tiempo, porque doy saltos atrás en el pasado, y muerte, porque vislumbro la muerte de la anterior inquilina con claridad.

Y, desconozco la razón, como casi siempre, pero voy a alquilar una casa en Oporto. Al visitarla noto una actitud inquietante del inquilino, un señor de mediana edad (indeterminada en definitiva) que no quiere que mueva las cosas de su sitio. Y eso es raro si voy a vivir allí. La casa no recuerdo muy bien cómo es, parece un piso; en mi sueño me he movido entre dos habitaciones, un saloncito con muebles apolillados, muy apolillados, y un dormitorio con una cama alta.

Cuando me siento en la cama ya no soy yo si no la mujer que ha muerto. Es sólo un segundo, pero me sirve para averiguar que el inquilino la ha cuidado con amor hasta el último momento y por eso es tan reacio a que yo toque nada. No tiene más remedio que alquilar la casa, pero no quiere hacerlo.

No hablo con él de eso, pero sí de los muebles apolillados y del mejor tratamiento para las dichosas polillas: «Gasoil, masilla para madera y paciencia». Conversaciones sin sentido de las que se acuerda uno en los sueños.

Entro de nuevo en el dormitorio y siento, porque ahora no soy yo de nuevo, que la morfina son tres botes de cristal bonitos, con líquidos de color amarillo, azul y naranja que se mueven como aceite y me hipnotizan.

«Murió en paz», le cuento al inquilino.


Espacios como fractales

Dicen, comentan los expertos en sueños que nunca se sueña con espacios desconocidos. Que aunque creamos que visitamos lugares nuevos, son siempre un reflejo de algo que ya hemos visto antes. No podemos crear imágenes nuevas en nuestro cerebro mientras soñamos. Eso se dice y se comenta.

Y es verdad que a veces sueño con lugares que reconozco perfectamente, y a veces vuelvo a adentrarme en casas que ya he visitado antes. Muchas veces sueño con casas en las que he vivido y que voy haciendo más grandes a cada paso que doy. Hoy me ha vuelto a pasar, pero os aseguro que he visitado una casa en la que nunca he estado. Podría ser, eso sí, que la falta de perspectiva me hubiera confundido, que me haya convertido en un ser microscópico y que en vez de habitaciones hubiera estado inspeccionando fractales.

Me contaron una vez que la existencia de Dios se podía demostrar con la definición de los fractales; puede que entonces haya estado buscando a Dios. Pero no lo he encontrado, y eso que he abierto todos los cajones con los que me he topado.

Por cierto, no estaba sola en esta casa pero tampoco he conseguido ver a ninguno de sus habitantes; solo los escuchaba abrir cajones como yo, pero en otras habitaciones. En la cocina he abierto un cajón donde me he encontrado gelatina de pescado resquebrajada. Y en un cajón de un armario de un pasillo he visto tornillos rotos.

Sueños relacionados:

Mi primera vida, mi primera casa.

La pequeña ciudad.


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