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Alive

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A veces sueño que vuelvo a ver a mi abuela María. O que voy a su casa, aunque ya no esté. Esta noche he creído que seguía viva. Yo misma soñando me decía: «No es un sueño como otras veces, esta viva de verdad porque yo estoy despierta».

He ido a Granada y hemos quedado en salir a tomar unas cervezas con mis tías y primos. Y ella se quedaba con mis hijos que en realidad eran mis hermanos cuando eran pequeños. Y me decía: «Todos habéis dado por hecho que me quedaba yo con los niños, pero a mí me apetece también salir». Me he ofrecido yo a quedarme… si es que soy súper buena.

Raro, pero chula la sensación, de quedarme en el piso de mi abuela cuidando (con la edad de ahora) de mis hermanos cuando eran pequeños. Hasta he bañado a Pipe y le he peinado los rizos con Nenuco.

Pero de lejos esa vocecita que me recuerda que es un sueño, que mi abuela ya no está. De repente, como quien hace un esfuerzo por levantarse de la cama cuando te pesa todo el cuerpo, me veo de pie y me digo: «Estoy despierta, estoy despierta». Y me he abrazado a mis hermanos, cuando eran pequeños, en los sillones verdes de la casa de mi abuela.

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¿Qué es lo que provoca el miedo?

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Esta noche he tenido una pesadilla de manual. Mi marido me ha tenido que despertar al escuchar mi respiración entrecortada. He estado varios minutos después, en la cama, temblando, incapaz de volver a cerrar los ojos.

En mi pesadilla estoy en un piso junto a mi hermana. Sabed que no tengo ninguna hermana; tengo dos hermanos más pequeños que yo, pero ninguna hermana. Pero esta noche mi hermana soñada me ha acompañado, es mayor que yo. Es de noche, tenemos que acostarnos y mi obsesión es conciliar pronto el sueño. Quizás porque sospecho que no estoy segura, quizás porque el entorno no es confortable, siento que no estoy en territorio amigo. El piso recuerda a aquel de la calle Aribau que tan bien describe Carmen Laforet en «Nada».

Mi hermana (no tiene nombre) y yo estamos en una habitación, compartimos cama, y mis hermanos en la habitación contigua, ya profundamente dormidos. De repente mi hermana sin nombre escucha ruidos, me asusta, sale de la habitación, cierra la puerta, vuelve, me dice que no hagamos ruido, la puerta cerrada. Al poco rato (no me puedo dormir y me obsesiona conciliar el sueño), vuelve a escuchar ruidos, al menos eso asegura, sale y tarda en volver. Me armo de valor y salgo yo también de la habitación, siento escalofríos, el peligro es inminente. La persigo por un pasillo, pasamos por la habitación donde duermen plácidamente mis hermanos, nos acercamos al baño, ella entra primero y se encierra, me deja fuera, me deja expuesta.

Mientras me aferro al pomo de la puerta, lo intento doblar con fuerza, dudo entre seguir forzando la puerta o acercarme al cuarto donde están mis hermanos, con el consiguiente riesgo de encontrarme aquello que me provoca tanto miedo. A lo mejor es todo una broma, porque yo no he visto nada, pero estoy temblando. En ese momento me despierta mi marido y decido que ya no lo quiero comprobar; ¿quién querría volver con una hermana que te asusta de esa manera?

Haciendo balance de lo que me ha pasado, no ha habido nada en concreto, ningún «sujeto, animal o cosa» que me haya hecho temblar. Ha sido la posibilidad de ese algo lo que me ha provocado tanto miedo.


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