A veces tengo sueños ciertamente violentos. Lejos de asustarme los disfruto. De esa manera supongo que mantengo la vena psicópata a raya mientras mi subconsciente da rienda suelta a sus necesidades. Que no son las mías, para nada, soy muy pacífica y no me gusta la violencia.
El sueño de esta noche ha tenido lugar en un hospital. Hemos ido (algunas personas que no sé identificar, mis colegas, y yo) a visitar al marido de una amiga. Mi amiga real, ella sabe quién. Su marido, ficticio, una mezcla entre el cantante Javier Álvarez y el actor Robert Sheehan. Ella muy contenta, pizpireta y feliz. Él nos ha intentado envenenar.
¿Qué por qué está ingresado? Ni idea. Pero entre mis colegas y yo le hemos dado una paliza espectacular. Un cuarto vacío, azulejos llenos de agua y sangre, sus manos colgadas del techo… y nosotros dando, dando, dando. A cámara lenta, en gravedad, los puños doloridos.
Segunda visita al hospital; él en la cama amoratado, lleno de cortes… ella parece no enterarse de nada, nos recibe como si tal cosa. Allá vamos.
Segunda paliza, sangre y agua, azulejos. A cámara lenta. Suena de fondo Radiohead.