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Nunca me gustó la palabra cuarentena II (Maldita dulzura)

Nunca me gustó la palabra «cuarentena», y menos decir «cuarentena de quince días». He pasado un buen confinamiento, entrenada entre el instalarme en el presente y el alejar los miedos. No me ha ido mal.

No me he enfadado, ni siquiera he tenido que resignarme, me ha salido de manera natural. He convivido con adolescentes (tengo mérito), he trabajado (gracias a Dios más que nunca), he escrito (mirándonos el ombligo un poco aquí los autores), he bailado (que no pare la música), he leído (siempre) y he practicado yoga (calma).

Y ahora, que parece que podemos salir un poco y retomar algo la vida social me ha entrado pánico escénico. Yo digo que tengo síndrome de Estocolmo. Parece ser que es más propio decir «síndrome de la cabaña». Además de costarme salir a la calle, me noto más tristona, apática, aturdida.

Hasta esta tarde, que mi tristeza ha pasado a enfado. Me voy a cagar aquí en quien no cumple las reglas del juego ni la distancia social… tanto pedir libertad y lo que vais a conseguir es retrasar más esa libertad para ir a ver a nuestros padres, encontrarnos con nuestros hermanos, amigos, por no decir ponernos en riesgo de nuevos contagios.

¿No os lo he contado? Ya se me ha pasado el enfado. Se acabó la tristeza, la apatía y el enfado. Unos días me ha durado, de lunes a jueves. Ni síndrome ni pánico ni nada. Tenía que ponerme a escribir.

Eso sí, la copa de vino me la voy a seguir tomando en casa, me vais a permitir.

Sueños relacionados:

Nunca me gustó la palabra cuarentena I.

Libertad VI.


Libertad VI

verano

Cuanto más tiempo llevo encerrada en casa por la cuarentena, más libre me siento. Hay quienes alzan su voz para denunciar que somos todos unos autómatas sin criterio que aceptamos no salir sin preguntarnos, como marionetas.

Vale, aceptamos barco. Pero aún así me siento responsable por cumplir estas normas, hace tiempo que dejé de hacerme una serie de preguntas porque no sé cuál es la respuesta. Y dejo mis energías para otras cosas. Ojo, que cuando me tenga que rebelar, seré la primera. Pero ahora centro mis energías en liberar mi mente. Y estoy viajando mucho por ella, y a través de ella y de las palabras que forma. Con las palabras viajo, establezco relaciones imposibles, fantaseo y me voy muy lejos de aquí.

Y si os ayudo a alejaros conmigo de vez en cuando, estaré cumpliendo mi propósito como escritora. ¿Qué más puedo pedir?

Soy libre cuando muevo mis pies y ando con calcetines por mi casa. Soy libre al meter a mi hijo de cinco años en la cama a las cuatro de la mañana porque me da la gana, aunque me desvele. Soy libre al no llamar por teléfono. O llamar sólo a quién me apetece. Soy libre al seguir escribiendo sólo con tilde.

La libertad me ausenta un poco, eso sí. Estoy pero no estoy, pero eso no es nuevo en mí. A veces me tienen que repetir dos veces las cosas para que conteste. Libre de contestar a la tercera.


Desnuda

desnuda

Me presento ante vosotros desnuda, que es como me siento en mis sueños. Comprenderéis que hablo en el sentido figurado, pese a que cuando hace calor también sueño desnuda, hablando de piel. Pero la desnudez de mi sueños, sea desnuda o tapada con una manta que me protege, es la de mi subconsciente. Debe estar en paz conmigo, él, porque le doy más voz de la que ningún subconsciente pudiera imaginar. Le doy identidad, casi le falta un nombre. Le cuido y a veces se porta mal conmigo, enviándome pesadillas.

Pero claro, como soy yo, soy benévola con él, y me dejo desnudar. Y me dejo acariciar mi piel que se compone de capas muy finas, sólo por él. Dar autonomía a tu subconsciente supone no tener nada que esconder, es un ejercicio de libertad inimaginable.

Se activa con la música, y se mueve por mi cuerpo como una serpiente.


Si quieres (Libertad IV)

Si quieres puedes robarme la energía, y darme ese calor asfixiante con el que mis pasos se hacen más pesados. Puedes hacerlo, si quieres.

Si quieres pinta con negro las sombras que me rodean, si quieres yo cierro los ojos y no noto la diferencia. Puedes hacerlo. Puedes taparme la boca y la nariz y obligarme a dejar de respirar. Puedes cruzarte en mi camino y hacerme tropezar, si quieres. Puedes ahogarme, si quieres puedes ahogarme.

Pero no aparezcas en mi sueños, porque me robas la libertad y eso no te lo consiento.

Sueños relacionados:

– Libertad I, II y III.


Blog del día premia a Sueños «disparate»

Con motivo del premio de Blog del día he pensado en hacer un recuento de los sueños que mejor me representan. También podéis ver la pequeña entrevista que me han hecho en su página web. Sólo me queda añadir un GRACIAS muito grande.

Me conocéis gracias a:

Recuerdos (Losing my Religion).

Conversaciones.

El mar.

Mujeres (Querida Lola II).

Varias vidas.

Libertad III.

Tonight.


Libertad III

Sócrates fue condenado a suicidarse mediante envenenamiento. Murió de manera serena. Con esta idea me quedé dormida.

Y esta noche me he convertido en Sócrates, porque antes de llegar a la fase REM del sueño, me pregunté qué hubiera hecho si me hubieran condenado a suicidarme. Soñando me he preguntado si se hubiera esperado de mí haberme rebelado, o si las personas que habían ejecutado la sentencia confiaban en que yo, en mis últimas horas de vida, hubiera conseguido hacer algún razonamiento, lo suficientemente brillante, para haberme librado de la pena. Dar una vuelta de tuerca, o si no, un último discurso de despedida para quedar con la última palabra.

Lejos de estar angustiada he llegado a la conclusión de que habría disfrutado, pensando, haciéndome preguntas. Mientras me quede eso, mientras pueda pensar, seré libre.

Sueños relacionados:

Libertad.

Libertad II.


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