Pues hoy he adoptado un hijo, de una manera muy particular. Porque mi marido me ha contado que tiene un hijo de la edad de Martina. Os cuento para los que no me conocéis: tengo una hija de dieciséis años, Lola; otra de once, Martina; y Javier, que tiene cinco.
Pues esta noche me he encontrado con otro de once, al que su madre no puede cuidar, que se llama Obadiah, y que es de mi marido. Y yo tan contenta. De repente tengo cuatro hijos. Y no termino de caer en la cuenta de las condiciones en las que ha nacido el niño… en la misma época que Martina. Y yo tan contenta.
Porque me centro solo en el hecho de sumar, de tener otro hijo. Así que a quien me voy encontrando le cuento la historia: «Fíjate tú que mi marido tenía otro hijo, qué gracioso, y nació cuando estaba embarazada de Martina». Mis amigos me miran con recelo, como que les doy pena, pero me ven tan contenta que no me dicen nada.
Que mi marido me los ha puesto bien puestos, pero yo con otro niño, tan contenta. Y me encuentro también a unos primos a los que les cuento lo mismo: «Pues nada, que el niño nació cuando estaba embarazada de Martina. ¡Qué casualidad! ¿Verdad?». Nada más que recibo caritas de recelo.
¿Por qué la gente no comparte conmigo la alegría de ser uno más en la familia?
De repente caigo en la cuenta: ¡¡¡Javieeeeeeeer, la madre que te parió!!!