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Sueño a medias, pesadilla a medias

encapuchadoSoñar con un asesino en serie puede considerarse como una pesadilla en toda regla, pero yo me he quedado a medias esta noche, la verdad. Un susto tras otro interrumpido no sé si me ha producido miedo o desasosiego.

Estaba yo profundamente dormida cuando he vislumbrado una sombra acercándose a mi cuarto: mi cuerpo se ha quedado paralizado, he sentido una tensión indescriptible esperando ver quién era el dueño de esa sombra y si venía a hacerme daño. Pero de repente la sombra retrocede, y avanza, y retrocede. Entonces un hombre vestido de negro con un pasamontañas muy mal puesto se acerca y me dice al oído: «Perdona, quería haber hecho una entrada más espectacular pero he dudado entre andar de puntillas o llegar de un salto».

Pese a las dudas iniciales me ha atado de pies y manos y… por arte de magia (y de los sueños) hemos llegado volando a un almacén vacío. Aquí «mi amigo» duda entre matarme con un cuchillo o de un disparo, y además no se acuerda muy bien de si tenía que hacerme confesar algo. Mientras se lo piensa le pregunto si es un asesino en serie porque ha matado a más personas con este peculiar método de la duda eterna, o se estrena por estos lares.

– Tendría que denominarme de otra manera, ¿verdad?

– No te preocupes, yo te llamo asesino en serie porque el sueño así me lo marca.

– Pero entonces, ¿esto es un sueño? Menos mal, porque no me apetecía nada matar a nadie.

– Bueno, pues devuélveme a mi dormitorio que no tengo ganas de comenzar el lunes con sobresaltos.


La pequeña ciudad IV

Ahora Mateo se dedica a cuidar de los niños de los habitantes de la pequeña ciudad. Como siguen muy atareados subidos a sus lianas y construyendo sus casas, no tienen tiempo para leerles cuentos a sus pequeños. Todas las tardes, justo a la hora del té, los pequeños se dirigen a casa del contador de cuentos, que les espera es su casa a medio terminar, y que no estará lista hasta que todas las historias sean contadas.

Cada noche, cuando Mateo recoge sus libros de cuentos y los coloca en la librería, observa que su casa está más completa. Hay más sombras, más juegos de luz, las paredes están pintadas, y cada vez tiene más libros. Sus fotos están enmarcadas. Soy yo la que completa su casa, y su vida y sus cuentos, pero él no lo sabe. Cree que es magia. Quizás tenga razón.

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Categoría La Pequeña Ciudad.

 


Conversaciones

Cuando no puedo dormir, a veces, tengo conversaciones perfectas en mi cabeza. Mis interlocutores son variados y siempre contestan exactamente lo que yo quiero escuchar, con una precisión asombrosa. Se convierten, sean quiénes sean, en los mejores conversadores, porque me dan la réplica a la perfección, en las conversaciones perfectas. Y yo digo justo lo que quiero decir, con una claridad de ideas y, sobre todo, con una capacidad para expresarme brillante. Y además me atrevo a decir todo lo que pienso, cosa que en realidad me cuesta bastante hacer. A no ser que esté escribiendo.

No creáis que cuando hablo de expresar lo que quiero me refiero a críticas y cosas negativas. Todo lo contrario, sería genial que pudiéramos decirle a un señor lo amable que ha sido, o a una amiga lo que me río con ella, o a otro amigo lo que me aporta que estemos juntos. Sin reparos ni vergüenzas, sin hacerles creer que nos deben algo por el cumplido.

También tengo entrevistas de trabajo perfectas, o hago dedicatorias que hacen historia, en las miles de presentaciones ficticias que han salido de mis pensamientos insomnes. El día que yo tenga que hablar en público seguramente no hable en público.

¿Y qué hay del repaso de esas conversaciones que ya has tenido y en las que no has expresado bien lo que has querido decir? Las cambio, y les rebato a mis interlocutores, menos vehementes cuando “los pienso”, con mis argumentos… perfectos. Mis argumentos siempre responden a mis fantasías, puedo expresar en esos momentos de insomnio por qué vivo en un mundo a caballo entre la realidad y la irrealidad, entre tener los pies en el suelo y dejar volar mi imaginación, entre lo que existe y la magia que me gustaría que se produjera.