
Inspiro en verde y exhalo en azul. Y los sueños de este verano son más calmados. Alguna vez que otra he tenido que trasladarme al pasado, una noche asistí a un funeral con un tenista muy conocido, y le he hecho el boca a boca a un señor al que le ha atropellado un autobús.
Esos sueños los he tenido después de alguna cena copiosa, imagino.
Pero por lo general he soñado con enredaderas muy verdes y mar transparente y azul. Porque es lo que he vivido, suerte la mía. Paz y tranquilidad.
Pese a trabajar todo el verano, paz y tranquilidad. Pese a la adolescencia y preadolescencia (y mis reacciones), paz y tranquilidad. Pese a los desencuentros, paz y tranquilidad. Pese al covid, o por eso mismo, casa, playa, familia, paz y tranquilidad. Y vino, cerveza y estrellas; ni una fugaz, muchos satélites.
Porque estoy aprendiendo a que el verde sea el color de mis tatuajes ficticios y el azul cree una envoltura de desapego para que nada me afecte. Y así voy recuperando esa capa de piel que perdí algún día por el camino.
La banda sonora la ha puesto Lafourcade. Que tendrá México que me llama desde la distancia. Quizás cuando viaje allí algún día me haré mi primer tatuaje.