O que lo intentaba. El título de este sueño es poético si queréis, pero la verdad es que no he podido desplegar las alas en toda la noche. Me he convertido en un monstruo esta noche, pero simpático y amable, con unas alas listas para ser estrenadas. Así lo he interpretado yo, emocionada/o (monstruo de sexo indefinido por lo visto) con mis alas y la posibilidad de volar.
Muy tópico todo, ambientado mi sueño en una Edad Media indefinida y semi ficticia, por aquello de los castillos y la indumentaria de las personas que me rodeaban. Una suerte de «Juego de Tronos», Guerra de los Cien Años y, qué se yo, Isabel la Católica paseando por allí, quizás dando un paseo con Carlomagno visualizando la ambientación que ha conseguido Alberto Rodríguez con «La Peste». Por ahí estoy yo, intentando volar.
Imagináos, cada vez que lo intento me tiran de la cola para preguntarme algo. «¿Evacuó usted sus heces en el río?» Síiiiiii. A volar me dispongo cuando el rey Fernando me pregunta por Isabel:
-«La han contratado para supervisar el atrezzo de una serie nueva», le contesto.
-«Pues si sobrevuelas y la ves, le dices que la estoy buscando».
Voy a buscar a Isabel, pensando en hacer un triple mortal en el cielo cuando, ya con los pies despegados del suelo, un humilde aldeano me pide que le ayude con un soldado abusón. Después de enseñarle al soldado mis dientes me dispongo a volar cual majestuosa criatura, pero alguien tira de mi: «¡’Güenos’ días, quiero mi biberón!».
Siete de la mañana, mi hijo me acaba de despertar con hambre y un llanto desconsolado muy propio de él; se acabó el vuelo.
¿Vosotros por qué creéis que sueño estas cosas? ¿Quizás es porque mis hijos me hablan siempre los tres a la vez?