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Animales fantásticos

Y otras criaturas, parafraseando la saga de J. K. Rowling.

Hoy he tenido una auténtica pesadilla con un animalito aparentemente inofensivo. En mi dormitorio ha aparecido un pequeño escarabajo hecho de piezas de lego que al principio he admirado por creer que era una creación de mi hijo pequeño. «Mira que apañado», he pensado.

Cuando el bicho en cuestión ha comenzado a moverse he seguido la lógica y creído que le habían añadido un motorcito. Pero cuando se ha metido entre el pantalón del pijama y me ha mordido en fin… me he empezado a preocupar. Y como los sueños paralizantes, yo sentía que no me podía mover, mientras el escarabajo de lego sigue subiendo y se hace cada vez más grande.

Tiene antenas y dientes.


Hotel California

De fondo Hotel California. Normal, como si estuviera viviendo la misma pesadilla. Pero es la mía y diferente, con Hotel California de fondo.

Yo también he tenido que correr, para escapar de «algo», pero antes de salir me he cambiado de ropa tres o cuatro veces. Imaginaos, una bestia (But they just can’t kill the beast) queriendo entrar por la ventana y yo preocupada porque toda la ropa que me pongo es demasiado holgada. Los cristales de la ventanas rotos y el pantalón que no es pitillo (But you can never leave!).

Ahora sí, corro y estoy en una carretera conocida, me apetece correr, escapar me libera, pero voy con chanclas. No me encuentro con la chica, ni cuchillos, ni con el Capitán. Me descalzo y escapo de la bestia que se acerca. Viviría descalza, no me gustan los zapatos, pero me corto con los cristales de la ventana que creía a varios kilómetros de distancia: ´Relax´, said the night man.

Me siento en medio de la carretera y termino de escuchar los acordes mientras me devora la bestia.

Hotel California sigue siendo mi canción favorita.

 


Una película de terror

 

Es lo que he soñado esta noche. He vivido una pesadilla de las más duras que recuerdo. Y os la voy a contar.

Esta noche he sido testigo de cómo en una hermosa casa residencial (muy americano este comienzo, lo sé) su dueña se ha dado el susto de su vida. Porque han entrado en casa su marido con una desconocida señora amenazándola con matar a sus dos hijos (un niño de unos seis años y un bebé de meses) si no hacía lo que le decían. Como era su marido quien le advertía, la sufrida madre al principio no ha hecho caso y ha visto cómo lanzaban al hijo mayor por las escaleras.

-Cariño, lo hemos hecho para que nos tomes en serio.

Después han cogido de su cuna al bebé y le han amenazado con tirarlo también si no dejaba de llorar. Mientras la desconocida mecía con cariño al pequeño, el marido le ha cortado a su mujer el pelo y se lo ha teñido de negro (es rubia). Cuando todo ha acabado y le acerca a su mujer un espejo, la desconsolada madre ve a través del espejo aparecer a su hijo mayor, el que supuestamente ha caído por las escaleras.

No entiende nada, aunque el alivio es supremo. Su marido le cuenta que ha sido objeto de una broma. Ella coge a sus hijos, sale despavorida de la casa y denuncia a su marido, le pide el divorcio y con la broma como prueba incluso consigue la custodia total.

Es como para volverse loco, y yo me pregunto, si sueño estas cosas, ¿en qué lugar quedo yo? ¿Me estaré también volviendo loca? ¿No será que veo demasiada mala televisión?


De arañas y hombres

araña

Mis tres hijos ocupan distintas partes de mis sentidos y mi cuerpo. Lola es mi cabeza, mis pensamientos. Ella es la que me hace pensar, y pienso si está triste, o contenta, o lo que hablamos lo pienso, y pienso y mi cabeza se despierta con ella y se acuesta con ella. Martina es mi corazón, ella se encarga de su funcionamiento, como un reloj, lo mueve, lo hace palpitar, le hace cosquillas con su risa, su buen humor, sus besos apretados. Javier ocupa mi tiempo, mi piel, es un bebé que me necesita para todo y yo le toco, y él me coge, y llora y ríe y se me ha pegado al cuerpo, y me encanta.

Sueño mucho con ellos, esta noche casi pierdo mi cabeza, y el corazón se me ha parado, y una capa de piel ha desaparecido y mi cuerpo ardía de dolor. Porque una araña gigante se los ha llevado y los ha separado y los ha enredado en su tela de araña. Sin cabeza no se puede pensar en cómo recuperarlos, sin piel no puedo dar un paso, y el corazón se mueve cada vez más lento. Pero me quedaban las manos, las que contienen las palabras con las que escribo, y he cambiado el sueño, y me he convertido en araña, y he tejido una gran tela de araña, y he capturado insectos para mis crías, para mi cabeza, mi corazón y todo mi tiempo.


Pesadilla poco confortable

PULPO

Esta noche he perdido los cojines de mi casa. Yo no los he perdido, porque soy muy ordenada, pero han desaparecido. No me importaría, os confieso, que me ocurriera algo así, porque a veces me dan ganas de tirarlos por la ventana y renovar.

Pero también han desaparecido los de los sofás, y las almohadas. No nos podemos sentar, y dormir tampoco. De manera que he tenido que salir en busca de los cojines, porque eso es lo que se hace en los sueños, cambiar de escenario y esperar a que salgan en escena. Y los cojines han aparecido en una playa, custodiados por unos pulpos gigantes que duermen apaciblemente mientras toman el sol. Duermen, apaciblemente, pero son una auténtica amenaza. Pulpos gigantes, bestias capaces de engullirte de una atacada si intentas cogerles algún cojín.

Me acompaña mi hija Martina que, pese a mis advertencias, quiere tocar a los pulpos, se acerca a ellos, corretea a su alrededor, se tumba a su lado, y se acomoda en una almohada rellena de plumas de oca… ¿Que si se han despertados las bestias? No lo sé, he huido de allí aterrada, con mi hija en brazos protestando, y hemos puesto rumbo a Ikea.


¿Qué es lo que provoca el miedo?

puertas

Esta noche he tenido una pesadilla de manual. Mi marido me ha tenido que despertar al escuchar mi respiración entrecortada. He estado varios minutos después, en la cama, temblando, incapaz de volver a cerrar los ojos.

En mi pesadilla estoy en un piso junto a mi hermana. Sabed que no tengo ninguna hermana; tengo dos hermanos más pequeños que yo, pero ninguna hermana. Pero esta noche mi hermana soñada me ha acompañado, es mayor que yo. Es de noche, tenemos que acostarnos y mi obsesión es conciliar pronto el sueño. Quizás porque sospecho que no estoy segura, quizás porque el entorno no es confortable, siento que no estoy en territorio amigo. El piso recuerda a aquel de la calle Aribau que tan bien describe Carmen Laforet en «Nada».

Mi hermana (no tiene nombre) y yo estamos en una habitación, compartimos cama, y mis hermanos en la habitación contigua, ya profundamente dormidos. De repente mi hermana sin nombre escucha ruidos, me asusta, sale de la habitación, cierra la puerta, vuelve, me dice que no hagamos ruido, la puerta cerrada. Al poco rato (no me puedo dormir y me obsesiona conciliar el sueño), vuelve a escuchar ruidos, al menos eso asegura, sale y tarda en volver. Me armo de valor y salgo yo también de la habitación, siento escalofríos, el peligro es inminente. La persigo por un pasillo, pasamos por la habitación donde duermen plácidamente mis hermanos, nos acercamos al baño, ella entra primero y se encierra, me deja fuera, me deja expuesta.

Mientras me aferro al pomo de la puerta, lo intento doblar con fuerza, dudo entre seguir forzando la puerta o acercarme al cuarto donde están mis hermanos, con el consiguiente riesgo de encontrarme aquello que me provoca tanto miedo. A lo mejor es todo una broma, porque yo no he visto nada, pero estoy temblando. En ese momento me despierta mi marido y decido que ya no lo quiero comprobar; ¿quién querría volver con una hermana que te asusta de esa manera?

Haciendo balance de lo que me ha pasado, no ha habido nada en concreto, ningún «sujeto, animal o cosa» que me haya hecho temblar. Ha sido la posibilidad de ese algo lo que me ha provocado tanto miedo.


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