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Os propongo una rima: LOLA Y EL DRAGÓN, disponible en Amazon

Poco más que añadir a esta esperada noticia. Un sueño «disparate» que por fin se convierte en realidad. Este libro de literatura juvenil es apto para todos los públicos, también el adulto. Es un libro ameno, cargado humor, también de momentos entrañables. Con su lectura acompañaremos a Lola, su pequeña protagonista, a un viaje en buscar del optimismo perdido.

Y tú, ¿te acuerdas de dónde vivías antes de nacer?

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Paco León

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Esta noche he soñado con Paco León. Teniendo en cuenta que vi «Kiki, el amor se hace» recientemente podría haber sido un sueño erótico, pero no ha sido el caso. Otra vez será.

En mi sueño, eso sí, Paco León es director de cine y dirige una película más del estilo de Juan Antonio Bayona, en el que el protagonista es un monstruo gigante. Yo participo en el rodaje, a veces soy responsable de prensa y otras actriz principal. En cualquier caso Paco y yo no nos llevamos bien.

¿Sabéis esa carita de niño bueno, de ojitos casi transparentes, mirada dulce de Paco León? Olvidadla. No sabéis la de veces que me ha regañado (por no decir echado la bronca) durante el tiempo que ha durado mi sueño. No me deja respirar, vigila todos mis movimientos, me espía, me grita si me acerco demasiado al set de rodaje. Pero si soy la actriz principal, ¿o era la responsable de prensa? Ya no puedo pensar con claridad, no se puede trabajar en estas condiciones, con un director histérico que la ha tomado conmigo.

Vaaaale, seamos buenos. Todo esto tiene una explicación. El monstruo protagonista es una especie de dinosaurio gigante, una estructura de unos cinco metros muy sofisticada (y muy cara) que se maneja desde dentro. Y yo, cual experta conductora de grúas, quiero entrar dentro del dinosaurio, encender el mecanismo que lo mueve, sacarlo a pasear. ¡Yuuuhuuu! Es alucinante, ¿a que me escapo con el bicho a la Gran Vía de Madrid?


Actriz principal de Amenábar

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Imaginaos, yo, a la que ni siquiera me gusta disfrazarme, convertida en protagonista de una nueva película de Alejandro Amenábar. De la manera más surrealista, eso sí.

Dormía, y a las tres de la mañana me he escapado de mi cama, de mi casa y de mi ciudad para acudir a un plató preparado a la manera de Las mil y una noches, y rodar una escena junto a mi partenaire.

El caso es que además de actuar con la mayor de las solturas, he comenzado a notar un tonteo con el director de lo más sospechoso. Que si te rozo la mano, que si te doy un beso… Y eso que Alejandro (me permitiréis la familiaridad) está casado con un atractivo chico y yo, que empiezo a sentirme culpable, estoy casada con un atractivo chico también.

Después de varias horas de trabajo me acuerdo de consultar mi teléfono móvil que tiene veintiuna (no veinte, ni veintidós) llamadas perdidas de mi atractivo chico, ese con el que estoy casada. Como he desaparecido en plena madrugada, está preocupado. Pero lo tiene que entender, porque yo estoy trabajando como actriz principal de Amenábar.


Pesadilla en clase de infantil

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Imaginaos que tenéis que entretener un día a una clase de veintitantos niños de cinco años de infantil. Imaginaos que no sois profesores ni tenéis experiencia en aulas de pequeñines. Pues algo parecido es lo que tenemos que hacer los padres de la clase de mi hija Martina este curso. A cada padre le toca los lunes por la tarde EL DÍA DEL PROTAGONISTA, y tenemos que inventar una actividad para entretener a los pequeños. A veces está relacionado con la profesión de los padres y otras no. La verdad es que por ahora el listón está muy alto y se han organizado actividades divertidísimas para ellos: Han jugado al fútbol, han hecho magdalenas, han jugado con chocolate, realizado varias manualidades…

Yo voy a escribir un cuento (cómo no) personalizado en el que todos los niños son protagonistas. Me toca en abril pero ya lo estoy perfilando. Como ayer me puse a ello he tenido una pesadilla al respecto. Estaba en clase, todos los niños me miraban expectantes, especialmente mi hija, con cara de «no me decepciones». De repente mi marido se va, abandona la clase y me dice que pasa de la actividad. No sé la razón, pero está muy enfadado. La profesora de los niños intenta tranquilizarme y yo comienzo a hacer un puchero con la barbilla más propio de los pequeños que me miran fijamente.

«No importa», me digo, y me dispongo a sacar un cuentito para cada niño y comenzar a leer en voz alta. Pero entonces no los encuentro, en vez de eso saco de una bolsa unas plantillas para los zapatos. Voy a buscarlos en otra parte y aparecen cartones y folios pero sin una palabra escrita.

«No importa», me digo, «se lo voy a contar igualmente porque me lo sé de memoria». Pero no hay forma, de repente no me acuerdo de la historia y comienzo a confundir el nombre de los niños, que comienzan a llorar. ¿Y yo qué hago? Lo que mejor se me da en estos casos, llorar más fuerte.

Sueños relacionados:

Y llorar, llorar, llorar.

Las películas que me hicieron llorar.


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