Archivo de la etiqueta: Sueño

Hope

Creo que soñamos para recordarnos que tenemos esperanza. Y entre esos pliegues que se forman entre realidad y ficción, si escuchamos atentamente, nos llegan mensajes claros. Como cuando pretendemos escuchar a Dios.

Tengo en mi cabeza un papel de libreta arrugado, contiene seis recuadros y tres líneas. Las líneas representan el cariño de mis hijos, a veces más delgadas otras menos, pero nunca se desdibujan del todo. Y en los cuadros tesoros: lectura, trabajo (en mi caso el oficio de la escritura), respiración pausada (no me atrevo a llamarlo meditación), capacidad de concentración, capacidad de ausentarme, dormir.

Últimamente visualizo el papelito antes de soñar.

¿Y si cuando el Sol se fusione con la Tierra habremos sido capaces de poblar otros sistemas? A lo mejor entonces el ser humano no se extingue.


Alive

ventana

A veces sueño que vuelvo a ver a mi abuela María. O que voy a su casa, aunque ya no esté. Esta noche he creído que seguía viva. Yo misma soñando me decía: «No es un sueño como otras veces, esta viva de verdad porque yo estoy despierta».

He ido a Granada y hemos quedado en salir a tomar unas cervezas con mis tías y primos. Y ella se quedaba con mis hijos que en realidad eran mis hermanos cuando eran pequeños. Y me decía: «Todos habéis dado por hecho que me quedaba yo con los niños, pero a mí me apetece también salir». Me he ofrecido yo a quedarme… si es que soy súper buena.

Raro, pero chula la sensación, de quedarme en el piso de mi abuela cuidando (con la edad de ahora) de mis hermanos cuando eran pequeños. Hasta he bañado a Pipe y le he peinado los rizos con Nenuco.

Pero de lejos esa vocecita que me recuerda que es un sueño, que mi abuela ya no está. De repente, como quien hace un esfuerzo por levantarse de la cama cuando te pesa todo el cuerpo, me veo de pie y me digo: «Estoy despierta, estoy despierta». Y me he abrazado a mis hermanos, cuando eran pequeños, en los sillones verdes de la casa de mi abuela.

Sueños relacionados: 


La boda

boda

Tengo una boda mañana, tiene sentido que haya soñado con una boda esta noche. Y tengo que pedir disculpas a los novios reales porque seguro que su boda será preciosa, pero la verdad, con la que he soñado ha sido es-pec-ta-cu-lar. Y rarísima, y disparatada como cabría esperar.

Para empezar el aperitivo, sólo el aperitivo, era en una isla y nos trasladaban a los invitados en veleros. Y no penséis en islas caribeñas y mares pacíficos, hablamos de puro Atlántico, tormentas, olas y chalecos salvavidas. Pero, ¿quién dijo miedo? Nos enseñan al llegar el vídeo sobre la «regata» y es precioso: a cámara lenta la proa de los veleros rompiendo las olas, la espuma blanca y el viento…

Y qué de comida, una ordinariez. Pero yo casi no pruebo bocado porque he tenido un bebé. Lo que oís, yo voy a la boda con un cuarto hijo, una niña de días. Y le doy el pecho. No sé si lo sabéis, pero dar el pecho al principio duele muchísimo, y esa sensación de tirón en el pezón no se olvida. Así que en el sueño, súper arreglada, contraigo el cuerpo esperando el tirón cuando sorprendentemente no noto dolor alguno. Disfrutar de dar el pecho, soñaré con eso mucho tiempo porque con tres hijos que he tenido lamentablemente no he terminado de disfrutar del proceso.

Termina el aperitivo; nos dirigimos a otro lugar para comer. Ahora viajamos en autobús (yo sigo con mi pequeña), y oigo a otros invitados cuchichear: «Éstos nada más que celebran cumpleaños y bodas para evitar el proceso judicial en el que andan inmersos». Uyuyuy, ¡qué criticones!

Antes de llegar al lugar donde nos sentaremos a comer paso por un apartamento donde se celebra una fiesta de pijamas con mi hija pequeña y sus amigas; aprovecho para dar el pecho otra vez. Las dejo a todas en pijama organizadas y me voy de nuevo… ya tengo hambre, la verdad. Parada de turno en una urbanización de calles laberínticas y casas colgantes cuando me encuentro a mi marido, con una pashmina muy colorida al cuello, que me pregunta: «¿Sabes si he venido a la boda? Me estoy buscando pero no me encuentro».

Mañana lo pasaré bien, pero me faltará algo, ¿no creéis?


Rituales nocturnos

cabecera

Son los momentos más felices del día. Esos últimos momentos en los que faltan apenas minutos para dar por cerrada la consciencia, la consciente, porque la otra es cuando empieza a funcionar.

Y yo la dejo, pero no de golpe. La acomodo metida en la cama, con un libro abierto; lectura placentera en la que me sumerjo hasta quedarme casi dormida. Y aunque estoy consciente para tomar conciencia de lo que estoy leyendo, llega un momento en que las letras cambian de sentido. Si estoy leyendo sobre una pareja que hace el amor en un hotel de Tokio, y el autor me describe el albornoz de la chica, mi mente no registra el blanco del albornoz sino un paseo en bicicleta. Y si es Sócrates quien discute con Polo sobre si la retórica es arte o persuasión, yo ya no visualizo esa escena, guiño los ojos y las palabras escritas por Platón las registro como un niño subiendo unas escaleras.

Son preludios de lo que voy a soñar, quizás, la inconsciencia se abre paso entre la consciencia, y yo todavía soy lo suficientemente consciente para darme cuenta, para intentar leer un par de párrafos más, para fijar la vista.

Es en ese momento cuando decido, conscientemente, tener un último ritual: cerrar el libro, colocarlo cuidadosamente en mi mesita de noche y apagar la lamparita que, una vez apagada, emite una luz fluorescente muy tenue durante dos segundos. Yo la sigo mirando durante esos dos segundos y sólo cuando ya no la veo, estoy totalmente a oscuras, decido cerrar los ojos, acomodarme en la almohada y ahora sí, dejar paso a esos sueños que posteriormente os voy a contar.


No es que sueñe

Por las noches no sueño, en realidad me traslado a otro lugar y luego os cuento donde he estado.

Mi subconsciente, mi compañero, al que temo en ocasiones por su lado perverso, desconocido, me abre una puerta justo cuando entro en la fase REM del sueño. Me invita a entrar y NUNCA puedo resistirme, NUNCA le digo que no. No sé lo que me espera al cruzar la puerta, pero yo entro, y viajo y sueño.

No es que sueñe, voy dando pasos guiada por mi subconsciente. Al principio el horizonte es negro, pero a cada paso que doy va cambiando el panorama de color, de olor, a veces hace frio y otras calor. Muchas veces voy moldeando espacios cerrados, casas, puertas, pasillos. Otras veces vuelo en cielo abierto. El mar siempre a mis pies, no puedo evitar sumergirme en él para respirar con mis branquias.

No es que sueñe, tampoco duermo.


Uptown Funk

Bailemos Uptown Funk. He intentado durante toda la noche imitar el movimiento de hombros de Bruno Mars. En mi sueño se me daba muy bien, pero ahora que estoy despierta y observo de nuevo el vídeo me doy cuenta de que no lo he conseguido. No importa, le voy a dar a play y a bailar.

 


A %d blogueros les gusta esto: