Os acordaréis que hace poco soñé con unos pingüinos muy agresivos. Tan peligrosos como un tiburón. Pero, qué queréis que os diga, cuando estás nadando y notas una presencia, una sombra, un tiburón… no hay miedo comparable.
Al principio es vértigo, luego pavor, el corazón se te acelera y no sabes si sigues buceando o te has quedado paralizada. A lo mejor sigue nadando y no es consciente de tu presencia, podemos nadar juntos; el hecho de que un tiburón sea agresivo es una leyenda urbana, tienen mala fama por la pelis que hemos visto. Quizás…
Entonces ocurre, el tiburón es consciente de mi presencia, y yo, definitivamente, estoy paralizada. Me rodea, nada a mi alrededor, hay que reconocer que es precioso y me he acostumbrado al aturdimiento que da bucear al lado de un bicho tan grande.
-¿Qué tal ha ido el buceo?
– Bien, pero me ha atacado un tiburón. Tengo varias púas incrustadas en la mano.