Esta noche me he trasladado a casa de mis padres, volando imagino. Me he ido a un cuarto pequeñito que ya no existe a escribir y he dejado a mi bebé en un parque en una habitación más grande, cerca. Es de noche, todas las puertas están abiertas porque hace calor.
Y yo escribo, pero oigo un ruido, las puertas están todas cerradas. Se han cerrado, todas, puertas y ventanas de una sola vez. No parece que haya sido el viento, no hace viento. Y, cuando me voy a incorporar para comprobar lo que ha ocurrido, el bebé aparece en el cuarto pequeñito. Es imposible que haya salido solo del parque, por lo que me empiezo a asustar.
Hay un intervalo de uno o dos segundos en los que tienes que decidir si es mejor quedarte encerrada en el pequeño cuarto, salir corriendo de la casa con el bebé en brazos o no hacer nada porque en realidad no ha pasado nada; puede que las puertas se hayan cerrado por un golpe de aire y el bebé haya aprendido a salirse solo del parque.
Pero notas presencia ajena y tu cuerpo se mueve a cámara lenta; lento es el escalofrío que sube por tu espalda.