Pero a veces Mateo se pierde de camino a casa, y sale de la pequeña ciudad, y dirige sus pasos hacia el centro de mi cerebro y se sienta con la mirada perdida, en medio de la oscuridad, esperando que a que yo le devuelva algo de luz. De nuevo me hago pequeñita y me siento a su lado, le doy la mano y me pide que le lleve a conocer algunas partes de mi mente que todavía no nos hemos atrevido a explorar. A veces pasamos miedo, otras nos envuelve un halo de nostalgia.
En la pequeña ciudad echan de menos a Mateo, el contador de cuentos, pero cuando vuelve nadie se lo demuestra. Simplemente la pequeña ciudad vuelve a funcionar.
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26/05/17 at 11:23
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