Archivo de la categoría: Otros

Kintsugi

He tardado en darme cuenta esta mañana que las manos no las tenía manchadas de verdad de pintura y restos de polvo de oro. He estado toda la noche realizando una manualidad muy delicada y juraría, al despertarme, que todavía podía oler el barniz.

Esta noche en mi sueño he estado restaurando un jarrón de cerámica con una técnica muy especial, el kintsugi. Es una técnica de origen japonés para arreglar fracturas de la cerámica dando lugar a piezas preciosas. Se utiliza el kintsugi como una metáfora de las fracturas que podemos tener en nuestra vida, explicando cómo, restaurando pedacito a pedacito se compone una pieza única mucho más bonita que algo nuevo y perfecto.

Me ha dado por pensar que tengo un grupo de amigos con los que bien podríamos formar un jarrón restaurado con esta técnica. Porque todos o casi todos tienen alguna que otra grieta que los ha hecho sufrir, grietas latentes que los rompen, pero también desprenden ese polvo de oro necesario para unir las piezas, un afán de superación y alegría que bien podría ser el barniz que las une. Y quizás eso es lo que ha hecho que formemos un precioso jarrón que se aleja de las manufacturas en serie. Es único, es también volátil y muy delicado; se acaban de pegar las piezas y pueden saltar por los aires en cualquier momento pero, mientras dure, que bonito es contemplarlo.


Subconsciente II

Soy metódica, lo sabéis, y en lo que a títulos se refiere, me ha sorprendido que sólo haya dos en este blog llamados “Subconsciente” como tales, con la de veces que hablo de él. Pero es así, por lo tanto al título lo que es del título; número 2.

Dicho lo cual, la serpiente (mi subconsciente) está bastante revuelta, hasta me ha llegado a morder. Es una ingrata con la libertad que le doy, pero ella quiere más, quiere salir, quiere que me la tatúe en la piel, quiere ser yo, y me ha mordido en el hombro izquierdo porque yo necesito tiempo para dejarla salir.

¿Quién si no velará mis sueños? ¿A quién acudo cuando quiera viajar lejos? Necesito tenerla a mi lado recorriendo mi cerebro. Entiendo que a veces se aburra, algún día la dejaré salir un rato. Peligro inminente, preparaos entonces.


Tantos detalles

Me ocurre cuando sueño que los detalles más concretos me mantienen afianzada en la escena. Porque cuando sueño, aunque forme parte de lo que ocurre, siempre noto la perspectiva de estar observando. Y es mi subconsciente el que se mueve por allí mostrándome esos detalles que aparentemente no son relevantes para la historia.

Como un atrezo necesario. Un descampado por el que paseaba en uno de mis sueños se convirtió en una feria descomunal y recuerdo perfectamente las luces, que eran de color violeta de uno de los puestos, las tazas de porcelana y la carpa que había encima de mi cabeza, porque la tela estaba un poco ajada. Y yo me pregunto qué importa si la tela está ajada teniendo en cuenta que el sueño iba por otros derroteros.

El atrezo de mis sueños es siempre impecable. Otro día, cuando me entrevisté con el Papa, al escritorio que se encontraba detrás nuestra no le faltaba nada; recuerdo unos sobres verdes y un marco con una foto de una pareja en blanco y negro. Nada que ver con el sueño, que lo que tenía que absurdo es que estuviera con el Papa y lo dejara plantado para trabajar con James Franco.

Y así ha sido siempre, los escenarios de mis sueños, por muy surrealistas que sean, están perfectamente «creados», «pintados». Hace poco que soy consciente de ello y creo que eso me hace sentirme casi siempre muy segura dentro de ellos. La serpiente sabe lo que hace.


Silencio

¿Cómo se compagina el amor por las palabras con la necesidad de silencio? Hablo moviendo mucho las manos, me doy cuenta. Alzo mucho la voz, pero necesito silencio.

Necesito escribir, en silencio, escribir y callar. Pero volveré a estar ausente. Me lees y me dejas. Y te lo cuento por aquí, y busco mis palabras favoritas, ¿te acuerdas? «Estremecerse», «retrotopía»…

Shhhh calla, estoy escuchando música. Estoy escribiendo.


¿Misterio resuelto?

Esta noche he hablado con el espíritu de Marilyn Monroe, que me ha pedido que resuelva su asesinato. Porque fue un asesinato (u homicidio) su muerte, me ha confesado. La clave, por lo que estamos muy contentas, es que hemos descifrado el misterio de su fallecimiento. Pero no me preguntéis, que no me acuerdo qué paso. Pero estamos muy contentas.

Hemos ido a un pueblo dedicado a ella y el encargado del museo nos ha ayudado. Entre papeles y fotos estaba la clave. Y lo hemos celebrado en una caseta de feria (tipo caseta de Sevilla). Nadie la veía, porque iba yo acompañada de su espíritu. Allí nos hemos encontrado con unos amigos míos que han tenido un niño; un Playmobil. En serio, un Playmobil. Y se les ha perdido entre tanto jaleo, y búscalo tú entre tanta gente. Un poco triste todo porque seguro que lo han pisoteado.

Al final la Monroe, su espíritu y yo, nos hemos vuelto con el del museo, un señor mayor que nos ha invitado a algodón de azúcar.


Me declaro tibia perdida (Contra la soberbia II)

Me pasó de pequeña que me contaron que a Dios no le gustan los tibios, y yo creí que a Dios no le caería muy bien.

Pero no he llegado a posicionarme del todo nunca; mi subconsciente me decía que no iba del todo desencaminada cuando no conseguía sentir pasión por ningún ideal, ni creencia alguna. Buen compañero de viaje mi subconsciente; por eso de adulta le he dado forma de serpiente y autonomía.

Vivimos ahora un tiempo en el que de nuevo hay que posicionarse de forma obsesiva. Y yo es que me quedo enredada en los matices, no lo puedo remediar. Además soy escéptica por naturaleza, y creo que las etiquetas están ahí puestas por corrientes de movimiento interesadas, a las que nos tenemos que agarrar como si fueran salvavidas. Llamadme paranoica. Hasta para mostrarse escéptico hay un manual de instrucciones ya preconcebido.

Las medias tintas, qué mal vistas están. Ahora hay que tener las ideas «muy claras» para poder manejarse con cierta coherencia en esta sociedad. De un lado o de otro, pero hasta el final.

Yo me bajo del carro de las ideas claras. Me quedo moldeando las preguntas y me despreocupo de las respuestas. La única certeza que tengo es que no tenemos certeza de nada. A lo mejor os produzco desconfianza, pero me declaro tibia total.