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Subconsciente II

Soy metódica, lo sabéis, y en lo que a títulos se refiere, me ha sorprendido que sólo haya dos en este blog llamados “Subconsciente” como tales, con la de veces que hablo de él. Pero es así, por lo tanto al título lo que es del título; número 2.

Dicho lo cual, la serpiente (mi subconsciente) está bastante revuelta, hasta me ha llegado a morder. Es una ingrata con la libertad que le doy, pero ella quiere más, quiere salir, quiere que me la tatúe en la piel, quiere ser yo, y me ha mordido en el hombro izquierdo porque yo necesito tiempo para dejarla salir.

¿Quién si no velará mis sueños? ¿A quién acudo cuando quiera viajar lejos? Necesito tenerla a mi lado recorriendo mi cerebro. Entiendo que a veces se aburra, algún día la dejaré salir un rato. Peligro inminente, preparaos entonces.


Hope

Creo que soñamos para recordarnos que tenemos esperanza. Y entre esos pliegues que se forman entre realidad y ficción, si escuchamos atentamente, nos llegan mensajes claros. Como cuando pretendemos escuchar a Dios.

Tengo en mi cabeza un papel de libreta arrugado, contiene seis recuadros y tres líneas. Las líneas representan el cariño de mis hijos, a veces más delgadas otras menos, pero nunca se desdibujan del todo. Y en los cuadros tesoros: lectura, trabajo (en mi caso el oficio de la escritura), respiración pausada (no me atrevo a llamarlo meditación), capacidad de concentración, capacidad de ausentarme, dormir.

Últimamente visualizo el papelito antes de soñar.

¿Y si cuando el Sol se fusione con la Tierra habremos sido capaces de poblar otros sistemas? A lo mejor entonces el ser humano no se extingue.


Buena suerte

Tengo muy buena suerte, nunca me aburro. Y he desarrollado con el tiempo una capacidad (¡qué suerte!) de asombrarme con los pequeños detalles, la cotidianedad, los secretos que me cuentan las paredes y las almohadas.

Cuando voy a dormir además viajo (ya lo sabéis; nueve años de blog lo confirman). Me preparo con el consiguiente ritual, en el que me hablan las sombras. En los últimos días me deleito con el juego de luces que hace una pequeña rendija del cuarto de mi hijo pequeño. Se proyecta en el mío y forma dos líneas perfectas de luz. Me tranquiliza verlas. Entonces disfruto de mi soledad, me acurruco en la cama y comienza mi desencarnación. Acompañada de mí misma, dispuesta a alejarme y tener sueños lúcidos. Qué buena suerte.

En la última semana he asistido a un suicidio colectivo, en el mar, nada traumático, algo de ciencia ficción. Y a un parto, doloroso para la madre, pero que nos ha hecho sentirnos muy vivos a todos los presentes. También he tenido que hacer de detective y viajar hasta Cuba en busca de uno de los suicidas, que ha aprovechado el siniestro ritual para hacerse el muerto y escapar de problemas con la ley. Y tengo mucha suerte, porque he sentido calor y he notado la textura de las camisas de lino blanca que llevamos todos. El tacto de la tela, sin sujetador, sin sudor.


Argumente

Pensando estaba en lo poco que sirve argumentar frente a nadie. La argumentación, todo un arte, es más efectiva en la literatura, y más bella. Esas frases maravillosas que fluyen, con una dialéctica perfecta, cuando estamos solos en la ducha y que unas horas antes no has sido capaz de mostrar ante un «enterao» que encima te cae mal.

Gasta energía estéril parlotear sin parar. Me encantaría lograr un equilibrio entre el silencio en público y la argumentación en privado, en mis relatos. Me expreso mejor por escrito.

Esta noche he soñado con una situación un tanto surrealista; le he pasado una notita en una cena con amigos a mi interlocutora, una amiga, que tiene un parecer diferente a mí frente a cómo educar a los hijos:

-«Buenas noches, te he escrito estas palabritas en una servilleta».

Mishima decía que la literatura era para los cobardes. No es que esté de acuerdo con los planteamientos del «samurái», pero quién sabe, lo mismo en esto tenía razón.


Estremecer

Estremecerse, qué bonita palabra.

Hoy me he sentido estremecida en mi sueño; estar en espacios confortables, no sólo físicos, te da mucha paz, y te hace estremecer. Cuando recuerdas sentirte a salvo entre las sábanas, en una habitación azul a muchos kilómetros de donde estás en realidad. Luego lo recuerdas el resto del día y te estremeces.

Es un sueño recurrente, tiene algo de mudanza, de esperanza, y de vaciar cajones. Por eso siempre me deshago de cosas banales, papeles, cables, marcos, cojines… no quiero que me pille desprevenida la huida. Que sea una huida limpia y rápida.

Hoy he soñado que mi marido me abría las puertas de una hall muy acogedor, y me he estremecido.


Un sueño muy normal

normal

Convencerte en un sueño de que no estás soñando. Esta noche he hablado conmigo misma sobre mi sueño.

Iba paseando por unos pasillos encontrándome personas que conozco: «Nada raro, voy saludando a personas que conozco, entonces no estoy soñando».

Algo normal, ningún muerto, ningún desconocido, ningún presidente de los Estados Unidos… Hola, hola, qué tal.

  • «¿Te acuerdas de mi hermano?».
  • «Sí, hola, ¿qué tal?».

Voy avanzando por el pasillo e intuyo que a alguna parte me dirijo. ¿Vosotros lo sabéis? Porque me he tirado toda la noche pasilleando y saludando a conocidos, «¿cómo estáis?».

¿Será que tengo que conocer a gente nueva?

Un sueño muy normal.

P.D. El de la foto soy yo en el futuro… caminando por distintos pasillos.