Tantos detalles

Me ocurre cuando sueño que los detalles más concretos me mantienen afianzada en la escena. Porque cuando sueño, aunque forme parte de lo que ocurre, siempre noto la perspectiva de estar observando. Y es mi subconsciente el que se mueve por allí mostrándome esos detalles que aparentemente no son relevantes para la historia.

Como un atrezo necesario. Un descampado por el que paseaba en uno de mis sueños se convirtió en una feria descomunal y recuerdo perfectamente las luces, que eran de color violeta de uno de los puestos, las tazas de porcelana y la carpa que había encima de mi cabeza, porque la tela estaba un poco ajada. Y yo me pregunto qué importa si la tela está ajada teniendo en cuenta que el sueño iba por otros derroteros.

El atrezo de mis sueños es siempre impecable. Otro día, cuando me entrevisté con el Papa, al escritorio que se encontraba detrás nuestra no le faltaba nada; recuerdo unos sobres verdes y un marco con una foto de una pareja en blanco y negro. Nada que ver con el sueño, que lo que tenía que absurdo es que estuviera con el Papa y lo dejara plantado para trabajar con James Franco.

Y así ha sido siempre, los escenarios de mis sueños, por muy surrealistas que sean, están perfectamente «creados», «pintados». Hace poco que soy consciente de ello y creo que eso me hace sentirme casi siempre muy segura dentro de ellos. La serpiente sabe lo que hace.


Silencio

¿Cómo se compagina el amor por las palabras con la necesidad de silencio? Hablo moviendo mucho las manos, me doy cuenta. Alzo mucho la voz, pero necesito silencio.

Necesito escribir, en silencio, escribir y callar. Pero volveré a estar ausente. Me lees y me dejas. Y te lo cuento por aquí, y busco mis palabras favoritas, ¿te acuerdas? «Estremecerse», «retrotopía»…

Shhhh calla, estoy escuchando música. Estoy escribiendo.


¿Misterio resuelto?

Esta noche he hablado con el espíritu de Marilyn Monroe, que me ha pedido que resuelva su asesinato. Porque fue un asesinato (u homicidio) su muerte, me ha confesado. La clave, por lo que estamos muy contentas, es que hemos descifrado el misterio de su fallecimiento. Pero no me preguntéis, que no me acuerdo qué paso. Pero estamos muy contentas.

Hemos ido a un pueblo dedicado a ella y el encargado del museo nos ha ayudado. Entre papeles y fotos estaba la clave. Y lo hemos celebrado en una caseta de feria (tipo caseta de Sevilla). Nadie la veía, porque iba yo acompañada de su espíritu. Allí nos hemos encontrado con unos amigos míos que han tenido un niño; un Playmobil. En serio, un Playmobil. Y se les ha perdido entre tanto jaleo, y búscalo tú entre tanta gente. Un poco triste todo porque seguro que lo han pisoteado.

Al final la Monroe, su espíritu y yo, nos hemos vuelto con el del museo, un señor mayor que nos ha invitado a algodón de azúcar.


Espejos

No me obsesiona mi imagen… no al nivel de ser lo prioritario en mi vida, «nivel adolescente» (sé por qué lo digo, maternidad obliga) . No me quita el sueño aunque me gusta cuidarme y ser fiel a mi estilo.

Hasta ahí bien, pero esta noche no he parado de mirarme en varios espejos. He emprendido una caminata enorme de la mano de Antonio Banderas. Sí, en mi sueño es íntimo amigo mío, y me llevaba de la mano por Málaga para enseñarme el Soho y a un cine para ver la presentación de una película. Sigo soñando, después de tantos años, que voy a ruedas de prensa a cubrir algún estreno.

Pero en esta ocasión mi obsesión era mirarme en cada espejo con el que me cruzaba; y algún espejo me devolvía a una Cristina con el pelo largo, otras corto, otras iba vestida de gala, otras con vaqueros y camiseta. Creo que este sueño tiene que ver con que me acosté anoche pensando en qué me iba a poner hoy. He optado por la camiseta.

Buena compañía Antonio en los sueños, muy motivador, no es la primera vez.


Animales fantásticos

Y otras criaturas, parafraseando la saga de J. K. Rowling.

Hoy he tenido una auténtica pesadilla con un animalito aparentemente inofensivo. En mi dormitorio ha aparecido un pequeño escarabajo hecho de piezas de lego que al principio he admirado por creer que era una creación de mi hijo pequeño. «Mira que apañado», he pensado.

Cuando el bicho en cuestión ha comenzado a moverse he seguido la lógica y creído que le habían añadido un motorcito. Pero cuando se ha metido entre el pantalón del pijama y me ha mordido en fin… me he empezado a preocupar. Y como los sueños paralizantes, yo sentía que no me podía mover, mientras el escarabajo de lego sigue subiendo y se hace cada vez más grande.

Tiene antenas y dientes.


El 11 del 11

Tengo un grupo de amigos que son un tesoro. Nos conocemos desde hace más de veinte años y hemos pasado muchos momentos de nuestras vidas juntos. Bodas, niños, enfermedades e incluso divorcios.

Muchas juergas y muchas risas. Los quiero, les tengo absoluta devoción. Una vez al año, el 11 del 11, nos vamos todos juntos de viaje (sin niños), y a finales de febrero nos reunimos con nuestros hijos (una «jartá» de niños y adolescentes).

Pero esta noche nos hemos matado… literalmente. No puedo ver series de asesinatos; nos hemos embarcado en charcos de sangre, golpes, puñaladas. Yo sobre todo he estado limpiando escenas del crimen para no calentar el ambiente, pero ni por esas. En un cuarto de baño, una que no voy a nombrar, ha estampado contra un espejo a su ex. Como una ninja con coreografía y todo, lo ha levantado por los aires y… ¡bimba!

También recuerdo guardar sin descanso sudaderas llenas de sangre, conforme lo estoy escribiendo entiendo lo de las sudaderas… ¿por qué tantas? Eso queda entre nosotros. Recuerdo muchas carreras también, agotador, y esquivar cuchilladas; no me puede dar más grima pensar en cuchillos y rajas en el cuello.

Yo si me dedicara a esto, con pistolas. Y puñetazos.

Bueno, ya me podéis dar por loca, gracias: «Porque tengo la culpaaaa, porque la culpa es mía, porque la fatiguita que tú has pasao no la merecías».